Resumen Historiactiva: Promoviendo la Fe y la Justicia
Conociendo la frontera: encuentro con Jesús pobre
Pablo Peña SJ
Y en este deseo de mejorar el mundo, nos involucramos con unas actividades sociales. Una en concreto fue comenzar a ayudar a un hogar que estaba en muy malas condiciones, un hogar informal. Y eso me empezó a seducir, diría yo. Había todas las necesidades del mundo: los niños estaban desnutridos, con poca atención de salud, hacinados en una casa en muy mal estado. Cualquier ayuda era buena. La ayuda en el hogar se fue ahondando cada vez más, nos fue pidiendo cada vez más. No era algo que yo proyectara con ellos, sino que ellos de alguna manera me fueron demandando a mí. Y de alguna manera, yo fui dócil y fui respondiendo. Y yo sentía que eso le daba mucho sentido a mi vida. Llegó el momento en que el próximo paso en este hogar era sacarlos de donde estaban y ponerlos en un lugar más decente. La pregunta fue ¿quién se hace cargo? Con Jorge dijimos “nosotros nos hacemos cargo”. Ahí comenzó otra etapa… Los niños pasaron a ocupar casi todo el tiempo que me dejaba la universidad… Y el padre Hurtado me abrió los horizontes. Esto de ver un sacerdote preocupado de las necesidades del país, de las necesidades sociales, preocupado por la dignidad de las personas, por la justicia.
Muchas respuestas, una entrega radical
Pablo Kramm SJ
He aprendido de cosas que se hacen mal en educación, me he sentido desafiado, no pocas veces desesperanzado, sobre todo en sectores más vulnerables donde la droga entra con fuerza, donde hay mucho maltrato familiar o mucho niño solo. Y ahí para mí cobra mucho sentido esto de ser profesor jesuita, porque uno juega a ser un poco de todo: papá, mamá, profesor, orientador, acompañante espiritual, psicólogo, enfermero, asistente social. Y yo comencé a darme cuenta de que aquí había algo, que era jugárselo todo.
Josse van der Rest SJ
Aquí yo lloro cuatro veces al día, porque la gente pobre me enseña la religión de Jesucristo. Ellos me hacen llorar todos los días, después de cincuenta años. Porque yo veo algo de la cara de Dios que no conozco, en ellos. Pero conozco todos los días algo nuevo. Este es el gran gusto que uno tiene de trabajar con los preferidos de Dios, que son bien fregados y bien insoportables, pero son la cara de Dios en la tierra. Uno aprende a querer al mundo, a toda la gente. No “especializas” tu amor en una familia. Puedes querer de verdad a la gente. La única forma de convertir a un pecador es diciéndole “tú eres mucho más de lo que piensas, te quiero más que lo que tu mismo te quieres huevón”.
Jorge Díaz SJ
Llegué al Hogar y me comprometí con el día en la tarde y noche que tenía libres, para trabajar en la hospedería de hombres. Y en realidad, esto a mí me fue agarrando del corazón. No solamente la actividad que podía desarrollar, sino que personas concretas en el Hogar de Cristo. Tengo grabados a fuego en mi corazón nombres, rostros de personas del hogar, de la hospedería, gente de la calle, que yo cada vez estoy más seguro de que mi vocación se la debo a ellos. De repente, de un día en la Hospedería pasamos a dos, de dos a tres, de tres pasamos al domingo en la tarde en la cárcel, con lo que significaba para un cabro joven regalar el domingo en la tarde. Yo admiro mucho a Josse van der Rest. Él me llevó a la cárcel, y a mi me admiraba la pasión, la risa y cómo me retaba este hombre. Pero sobre todo, yo lo veía contento a él. Lo veía llorar cuando nos encontrábamos con una situación muy inhumana en la calle, y también reír a mandíbula batiente cuando con lo que había que reírse. Esa normalidad y esa pasión a mi me enamoraron. Y a los meses de ser párroco, me vino un derrame cerebral. Yo me he sentido profundamente jesuita mirando el techo en el hospital. Siento que este “quiero ser jesuita”, se ha ido sellando con la enfermedad.
Fronteras de marginación. Fronteras de dolor.
Pablo Castro SJ
Estando ahí me llamó el Obispo Auxiliar. Me dijo “yo sé que tú estás en esto, quiero que pienses seriamente incluir la posibilidad a Tirúa”. “¿Qué es Tirúa?”, dije. Yo no conocía esta parte mapuche a orillas del mar, en la Octava Región. Vine a conocer, a mirar… y aquí estamos. Entrar en el mundo mapuche ha significado una revisión muy honda. Yo siento que Dios me ha puesto, y yo me he dejado poner, en una situación completamente de frontera. Cómo tan cerca y tan lejos, y cómo tan ciegos. Uno queda impresionado de la ceguera de nuestro país para mirarse como país indígena. He conocido en el mundo indígena, aquí y en otras partes donde me ha tocado ir, una vida distinta, una propuesta de vida diferente. Que es real, posible y viable. Mi vecino me dice “yo no quiero ser rico, padre. Yo quiero vivir en paz”. A otros hermanos indígenas, de Chile y otras partes, les he escuchado ese concepto, el de la vida buena, que significa vivir en equilibrio. Si nosotros pudiéramos proponer vivir bien, estaríamos absolutamente en línea con las propuestas más profundas y verdaderas de la Iglesia, de la construcción del Reino, de la equidad, del comunitarianismo bien entendido. Ir abriendo espacios es lo que hemos tratado de hacer aquí. Espacios de participación en donde los mapuches lideren. Siento que estamos llamados a redescubrir la eficacia apostólica de la gratuidad y la pobreza, o más bien de la sencillez.
Fernando Salas SJ
Cuando llega el golpe de estado, el Cardenal Silva Henríquez me pide que trabaje en el Comité Pro Paz, y el Provincial (Juan Ochagavía) me da la misión y se forma este Comité. Empecé a tener contacto con la pasión. El dolor y la pasión de Jesucristo en los que estaban sufriendo más, fue una cosa espantosa. Yo nunca había visto tanto sufrimiento amontonado.
Jugados por la justicia
Gonzalo Arroyo SJ
Como yo tenía agronomía como carrera de base, dijeron “este muchacho puede servir para que trabaje en la reforma agraria”. Me mandaron directamente a hacer un doctorado en economía agraria. Cuando vino la primera expropiación de un fundo fue terrible. Yo sentía que era algo de justicia, pero a la vez mi familia sentía que se acababa la solidez de la sociedad cuando a un dueño le expropiaban la tierra que había tenido por generaciones. Eran dos sentimientos contrarrestados. En esa época me fui a vivir a una población, para estar más cerca de la gente pobre. Estuve muchos años en el exilio, porque cuando vino el golpe de Estado, como yo era conocido como sacerdote de izquierda, que había apoyado la reforma agraria y todo eso, me miraban pésimo. Es una época muy difícil a nivel mundial, de lo que más he escrito es de la globalización. Hay un desarrollo muy exacerbado del capitalismo, un capitalismo que debemos hacerlo mucho más justo de lo que es hoy día, sobre todo en Chile. Mi gran problema es cómo llevar a Cristo hoy día a los jóvenes sobre todo.
Juan Díaz SJ
Cuando ahí un día me llama el Padre General, en el primer mes, y me dice “el Cardenal de Santiago lo pidió para Vicario para la Educación”. Para mi haber ido a la Legua Emergencia, a Quinta Normal, a La Pintana, a colegios bien marginales me ha significado estar en contacto con la realidad de los más pobres, como nunca. Yo diría que ha sido la gracia más grande que he recibido en mis años como Vicario.
Carlos Hurtado SJ
Me nombraron Encargado de la Coordinación de Colegios Jesuitas de Chile. Íbamos a todos los colegios de Chile, íbamos viendo cuáles eran los problemas que tenían los colegios nuestros. Creamos un Proyecto Educativo. Esa parte fue muy linda y nos permitió hacer una maravilla que para mí es uno de los frutos de mi accionar en educación, aunque no siempre bien aceptado. Se llama CDF: cuota diferenciada familiar, que la aplicamos en todos los colegios de la Compañía, en ese año. Los papás que tienen más recursos dan testimonio al mundo de que ellos están dispuestos a educar bien a sus hijos, pero también a ayudar a los que tienen las mismas capacidades que sus hijos y que no tienen plata.
Construyendo Iglesia. Construyendo humanidad.
Claudio Barriga SJ
Era un encuentro de humanización en un mundo totalmente deshumanizado. Nosotros llegábamos a conversar un ratito con ellas, cinco minutos. Teníamos que competir un poco con los hombres para lograr entrar primero a las piezas. Para estas mujeres, ¿cómo podía ser signo de salvación? Sentí que podía ser signo de salvación cuando una vez a la semana llegaba alguien, la llamaba por su nombre y no por su “nombre artístico”, las visitaba no interesados en su cuerpo sino que en conocerlas a ellas, saber cómo estaban, de sus hijos y su familia. Ese momento de humanidad era una instancia de Iglesia.
Orlando Contreras SJ
La Iglesia tiene que ser un lugar de alegría para los pobres, un lugar de vida para los pobres. Tiene que ser un lugar en que nos organicemos para aliviar los dolores de los pobres y yo me voy a encargar de eso. Siento que estoy en una estructura para aliviar los dolores de los demás. Y eso me gusta, me encanta. Y digo sí, pa´ esto me hice jesuita. Pa’ esto me hice cura, ¡esto es!