Tomás Browne sj: «Este camino no es personal, siempre tiene que ver con el encuentro con un otro que te impulsa»

Con mucha alegría le informamos a nuestra comunidad que Tomás Browne sj, quien está culminando sus estudios de Humanidades en Córdoba, Argentina, se integrará a nuestro equipo como promotor vocacional.

Ad portas de asumir esta nueva misión, conversamos con él sobre su propio camino vocacional. La búsqueda de Dios en todas las cosas, el discernimiento y lo que hay detrás de la vida comunitaria son parte de lo que Tomás compartió con nosotros.

Te unirás al equipo vocacional de la Compañía de Jesús en Chile, ¿por qué la existencia de nuevas vocaciones religiosas sigue siendo una buena noticia para este mundo?

Es una buena noticia porque ser jesuita o seguir a Cristo de manera radical no es algo que solo te potencia, no es solo una alternativa a los distintos caminos de felicidad que uno busca en la vida. Ser jesuita es una invitación a mirar la vida desde una permanente búsqueda de algo que es más grande que uno y que lo encuentra en la comunidad, en el amor a las otras personas, en la naturaleza. Existen muchas miradas que se diversifican por distintos caminos como el tema ecológico, el tema político, las relaciones humanas, la amistad y yo creo que todas esas dimensiones tienen un núcleo central en lo que es la vocación religiosa. En este camino se unifican todas esas dimensiones, en la búsqueda de un Dios que habita y está en todas las cosas y personas. Entonces, cuando eso está al fondo, todo te habla de Dios y el alimento de la vocación tiene que ver precisamente con el ir queriendo encontrarlo en todo.

¿Cómo viviste esa época de discernimiento previa al ingreso? ¿Cuáles fueron los pilares de ese proceso?

El discernimiento no es tanto una técnica como un modo de vida. No es que agarro las cuatro opciones que me muestra la Compañía, los Ejercicios Espirituales y eso lo aplico en mi vida cotidiana. Tiene que ver con cómo miro y encaro la vida. Dicho eso, como pilar está el proceso personal de ir dándose cuenta o haciéndose consciente de lo que uno va viviendo, ponerle nombre a los sentimientos que me producen tal o cual cosa, saber qué es lo que quiero y dónde estoy parado a la hora de empezar esa búsqueda. Esto último parece sencillo, pero es muy difícil.

Pero ese proceso no se vive solo…

Por supuesto que no. Y ahí pasamos a otro pilar muy importante. Este no es un camino personal, el discernimiento nunca es solo o sola, siempre tiene que ver con el encuentro con otro que te impulsa, que te mueve, que te muestra cosas. La espiritualidad ignaciana se basa en los efectos que va produciendo Dios en la vida de uno, entonces cuando uno puede mirar esos efectos, siempre son a partir del encuentro con otro, de tensiones o pasiones. Entonces, pilares del discernimiento como el poder mirar mi vida con los ojos con los que la mira Dios para ir descubriéndolo a Él y, por otro lado, hacerlo siempre con otras personas. Y bueno, aprender que los conflictos y las tensiones están dentro de eso y te ayudan a ir encontrando y sacando todo lo que tapa a Dios.

Muchos de los jóvenes que tocan la puerta de la Compañía sienten un deseo vocacional muy fuerte, pero también están plagados de miedos e inquietudes, ¿Qué les puedes decir?

¡Es normal! Si es difícil firmar un contrato con alguien porque sientes que te amarra, imagínate lo que es hacer un compromiso para toda la vida. Es difícil porque se ponen jaque muchas cosas. Ahora, aunque no existe una receta mágica, sí me parece importarte decirle lo siguiente: Este compromiso no es una decisión que tomas en un punto y que ya está, determinaste toda tu vida en ese punto. Si uno lo ve así, la carga es gigantesca. Yo creo, más bien, en el compromiso como una promesa que se va renovando todos los días y que te invita a vivir la vocación todos los días. Es el ir buscando esos regalos de Dios en otras personas. Porque cuando la vida misma te va llamando a eso, el compromiso toma otra cara, no es un contrato de un punto, sino más bien es un estar buscando siempre. Eso te hace creativo, te pone en movimiento, te recuerda que esta cuestión no la construyes solo. Entonces yo replanteo la pregunta respecto del compromiso. ¿Es para toda la vida? Sí, pero no es un punto fijo que determina la vida como si fuera un caballo de carrera. Es una constante búsqueda de un Dios que está vivo y presente en todas las cosas.

Cumplirás tu quinto año en la Compañía de Jesús, ¿el camino ha sido parecido a las expectativas que tenías antes de ingresar?

Yo entré a la Compañía sin tener muy claro lo que me iba a encontrar, pero con una certeza en el corazón de que la cosa iba por acá. Antes estaba muy metido en cosas sociales y de repente esto fue como una puerta que se abrió para decir «acá voy a encontrar algo donde voy a poder reposar de mejor manera esta inquietud». No tenía una expectativa clara de la Compañía, aunque sí tenía conciencia del tema de los abusos y de cómo se iba deteriorando cada vez más la percepción de la sociedad sobre la Iglesia. Ahora, las tensiones máximas y lo que yo creo que más me ha hecho crecer lo he vivido a partir de la comunidad, que es un pilar fundamental de la vida religiosa y particularmente de la Compañía.

¿Qué hay detrás de la vida comunitaria?

La vida en comunidad te hace vivir con gente que es distinta a ti, que piensa distinto a ti, que viene de lugares distintos a los tuyos. Todo eso te pone en un discernimiento constante, porque te saca de lo que considerabas normal o habitual. Y desde afuera uno podría pensar ‘bueno, en la Compañía todos terminan siendo homogéneos’… y está bien, compartimos ciertas cosas, pero estas radicales diferencias entre distintos compañeros con sus distintas formas de mirar generan algo muy bonito porque te reafirman que no hay un modelo que tengamos que seguir, sino que nos vamos construyendo.

Tomás ingresó al Noviciado en 2016. Antes de ingresar trabajaba como abogado y dedicaba gran parte de su tiempo en distintos espacios sociales como la fundación Huella.