«Jóvenes: abramos la mirada», por Paulo Aravena

Testimonio de Paula Aravena tras haber participado como jefe de campamento en los Trabajos de Verano de CVX secundaria:

Cuando me invitaron para ser Jefe de Escuela de los Trabajos de Verano 2019 sabía que tenía una gran oportunidad entre manos, así que me di un par de días para discernirlo con responsabilidad. No era la primera vez que mi vida se cruzaba con los TDV. Siempre me ha gustado conocer realidades diferentes y en particular la de estos trabajos me parece interesante porque nos presenta situaciones tan vitales y tan ajenas para quienes vivimos lejos del mundo rural. Cuando estaba en el colegio no pude participar por estar de intercambio, pero hace un par de años pude ser parte como asesor.

En aquella oportunidad me invitaron como capataz e intendente, pero mis ganas de compartir con los trabajadores, con los agricultores y con una cuadrilla en particular, todas cosas que me había perdido en el pasado, hicieron que participara como asesor.

En esa oportunidad comencé a descubrir los frutos de la experiencia. Cree lazos con la gente de la escuela gracias a actividades que nos permitieron conocernos más a nosotros mismos y entre nosotros también, además de abrir el debate sobre temáticas sociales que usualmente no se conversan con seriedad y tiempo, menos en una etapa escolar. Pero lo que más marcado quedó en mi memoria fue una temporera llamada Cintia, quien desde joven se vio forzada a trabajar en este rubro para salir adelante. También recuerdo a la señora Elena, quien con sus infinitas historias nos ayudó a conocer mejor el campo y con amor nos enseñó la amabilidad que puede tener una persona pese a no tener muchas cosas a las que desde nuestra comodidad estamos acostumbrados a tener. Con todos esos antecedentes, no fue difícil aceptar la propuesta de ser jefe, de querer entregar a los participantes lo mismo y más de lo que me habían entregado a mí los trabajos.

En esta ocasión nos tocó la zona de Linares de Perales, ubicada en la región del Maule, una zona muy aislada en la que el negocio más cercano a la escuela donde nos quedamos se encontraba a 10 kms. El objetivo era claro: que los jóvenes vivieran una experiencia que les dejara una huella, que compartieran con la gente de la zona, que aprendieran de ella para alimentar su espíritu crítico frente a problemas e injusticias que siguen existiendo en nuestro país.

Las dificultades no faltaron, sobre todo los primeros días, en que no tuvimos luz ni agua. Este imprevisto, que nos obligó adaptarnos a un contexto absolutamente inesperado, tomó otra dimensión cuando nos dimos cuenta de que para los habitantes de la zona era común que sucediera. Eso abrió nuestros ojos y también abrió la conversación con la gente. Hablando con los cabros cada tarde, después de que volvieran de trabajar, se hacía evidente como iban aprendiendo sobre la gente, sobre el trabajo, sobre una realidad diferente, sobre dificultades, sobre cómo se superaban esos obstáculos. Paulatinamente las perspectivas se iban enriqueciendo, de la constatación empírica de la realidad se fue avanzando hacia un sentimiento de querer actuar, de querer intervenir, de ser parte de un cambio que permita mejorar la realidad de las personas con las que se compartía cada día.

El último día, cuando el cansancio ya se hacía evidente, la directora del colegio nos pidió desmalezar un terreno muy grande. La misión parecía imposible, sobre todo considerando el poco tiempo que tendríamos. Pero lo conversado cada tarde no había sido en vano. Como staff decidimos reunir a todas las cuadrillas en uno de los tiempos que tenían para descansar y les comentamos lo que nos había solicitado la directora. No hubo ningún reparo, cada uno de los que jóvenes se propuso darlo todo. En menos de una hora avanzamos más de lo que habíamos avanzado en siete días. El trabajo en equipo, los frutos personales y grupales, todo lo aprendido durante esos días tomó una forma muy real durante esa jornada.

Ya terminada la experiencia miro hacia atrás y veo que de las 47 personas que llegamos a la escuela, salimos otras 47 con nuevas experiencias y aprendizajes. Personas capaces de dialogar y debatir con argumentos, ya que la mejor fuente de información somos nosotros mismos y las cosas que vemos y sentimos. Salimos enriquecidos y con una visión un poquito más amplia del mundo, pero que nos invita a seguir abriéndola en el futuro. Los TDV son un peldaño fundamental en la escalera que seguiremos subiendo cada uno de nosotros más adelante. La oportunidad de vivir esta experiencia nos obliga a hacernos cargo de las cosas que vimos, no solo dejarlo como un lindo campamento o un cúmulo de anécdotas que se irán borrando con el tiempo, sino que verdaderamente debe llamarnos a movilizarnos e intentar, desde los distintos caminos que tomemos en nuestra vida, a luchar contra las injusticias para así ser agentes de cambio y aportar nuestro granito de arena para buscar lo que fielmente creemos que es correcto.