Columna de Jaime Muñoz: «Frente a una cultura que llena las cárceles, habitemos de otro modo para vaciarlas….»

“Jesús no muere, lo matan”. Con esta afirmación me gustaría relevar algo no siempre suficientemente explicitado: que Jesús es apresado, torturado, asesinado porque gritó con su vida una buena noticia que no era buena para todos(as).

Los hombres poderosos que lo vigilaban constantemente, las autoridades políticas y religiosas, no aceptaban este exceso de justicia-compasiva hacia los pobres y excluidos. Los “primeros” no aceptaban quedar como últimos, y menos aceptaban que los últimos de siempre, los “nadie” tuvieran la radical importancia que Jesús les daba.

En el camino que siguieron los discípulos y discípulas de Jesús, el movimiento post-pascual que tomó una fuerza radical, siguió enfrentándose a las corrientes culturales que mantenían a los pobres en situaciones de miseria

Ese camino contracultural que inició Jesús y siguieron sus testigos, no ha dejado de manifestarse a través del devenir histórico. Muchos hombres y mujeres han pagado con su vida la solidaridad con los últimos. Y Latinoamérica no sólo es tierra de pobres, sino que ha sido rica en martirios que renuevan nuestro compromiso. Con esto me refiero a tantos(as) dirigentes sindicales, campesinos(as), religiosos(as), laicos y laicas que han regado con su sangre las semillas de algo nuevo que está naciendo.

Hoy la historia nos sigue revelando, no tan solo “líderes” que pierden la vida en nuestro continente, sino también hombres y mujeres que van a contracultura porque no logran o no quieren sumarse a los patrones culturales dominantes, específicamente a la cultura que el capitalismo impone.

Me ha tocado acompañar por más de 14 años a hombres y mujeres privados de libertad en nuestras cárceles miserables. Y después de compartir vida, esperanza y dolor en las comunidades cristianas con ellos, he podido concluir que ocurren algunos fenómenos: 1) son hombres y mujeres pobres y excluidas que han encontrado en el delito la única forma de acceder a lo que la cultura dominante impone como bueno y deseable 2) el delito como único camino para acceder a un mínimo de bienestar y dignidad proporcionados por los recursos 3) el delito como reacción violenta a una violencia estructural que ellos(as) han padecido desde antes de nacer, por venir de familias empobrecidas.

Frente a estas corrientes culturales, fruto de un capitalismo salvaje que destruye la vida de los pobres encerrándolos en cárceles miserables, sigue levantándose la buena nueva de Jesús en hombres y mujeres que comparten y animan la esperanza en estos contextos de miseria.

No basta con visitar-acompañar a los privados(as) de libertad. Hay que denunciar. Y tampoco basta con eso: También hay que habitar el planeta de otra manera. No podemos alimentar con nuestro consumo y participación una cultura dominante que tiene a tantos jóvenes –tras ese éxito- encerrados tras las rejas.

La liberación de los cautivos sólo será posible cuando habitemos de una manera nueva. Ese modo tiene que ver con las bienaventuranzas del Nazareno. Y así, cuando llenemos las cárceles de voluntarios(as) y las vaciemos de presos(as), por fin la justicia y la paz se abrazarán…