Diáspora SJ: Roma – Gonzalo Silva SJ

Desde Roma, Gonzalo Silva SJ revive las anécdotas de su comunidad y el trabajo que han estado realizando el último tiempo en relación a las prioridades apostólicas de la Compañía.

Después de 8 años trabajando en Radio TV Vaticana (hoy Secretariado para las Comunicaciones), el padre Wong regresó a su Provincia de origen en el lejano Oriente. Hombre muy dedicado y prolijo en su trabajo. Su bondad iba a la par con el delicado silencio que mantenía y que solo rompía cuando le hacían alguna pregunta, a la cual respondía amablemente… y sonreía.

Hay episodios que siempre se recuerdan en una comunidad jesuita. Son muchos. Vale la pena de vez en vez recoger algunos para sacar provecho. Cada vez que algún viajero venía a Roma desde Asia traía a Jule (Wong), un cargamento de làjiànge, una salsa picantísima que comía lenta y relajadamente durante la cena. Como la nuestra es casa de huéspedes, son muchos los jesuitas de todo el mundo que
nos visitan. Una noche un visitante de Europa del norte se sentó junto a Wong. Este comía solo y tranquilo, dando muestras claras de disfrutar su comida. El grueso padre europeo al ver el frasco con el mejunje y contemplar cómo nuestro compañero untaba la salsa en una cuchara y la disolvía en la sopa, se tentó y le preguntó en inglés: “Padre, ¿qué es eso que usted come?”, “Pues, es una salsa típica de mi tierra”, respondió Wong. “¿Y es picante?”, “Para mí, no”, y para ser más honesto añadió: “Pero hay algunos en la comunidad que sí la encuentran picante”. Nuestro huésped, según nos relató después, pensó inmediatamente que como había hecho su Tercera Probación en México, y ahí sí que se comía picante, la salsa rosa amarillenta que veía en el frasco podría ser perfectamente comestible.

Como he contado en anteriores “Diáspora” nuestra casa contiene una enfermería con una pequeña sala para dar los primeros auxilios. Ahí los recibió nuestro ingenuo visi- tante. El enfermero me llamó y al ver al padre con una máscara de oxígeno, pensé que quizás a nuestro compañero de comunidad le faltó ser más explícito y comunicar mejor al visitante que la salsa era aún más picante de lo que el común de la gente podría pensar, y que además tenía un efecto retardado en el organismo humano: entraba sin excesiva dificultad…, pero el problema se encendía a los pocos minutos.

En estos días las doce comunidades de la DIR (Casas Internacionales Romanas) hemos entrado en un proceso para ayudar al discernimiento acerca de las prioridades apostólicas universales de la Compañía. Recién estamos comenzando y no ha sido fácil. Como primer paso hemos podido precisar los problemas y los desafíos a partir de nuestra propia experiencia regional y de servicios que damos en Roma. Lo que sigue…, salir del propio interés escuchando y poniéndose en el lugar del otro. Si bien nos cuesta más por la “internacionalidad” y la diversidad en que vivimos, la riqueza es obvia y se aprovechará con tal que seamos capaces de dialogar con respeto y altura, de entender y proponer sin temor lo que más nos mueve. Suena complicado, pero el ejercicio está resultando. Si no lo ponemos en práctica con los necesarios preámbulos, corremos el riesgo de cucharear la salsa del padre Wong creyendo que es suficiente con haber tenido una breve experiencia en México o en algún otro lugar.