Diego Salinas nsj: «Mi opción es involucrarme con esta Iglesia que hoy está herida»

Diego Salinas nos recibe en la biblioteca del Noviciado, un lugar que simboliza uno de los mayores cambios que ha experimentado desde que ingresó en marzo: cambiar los números por libros. Dejando atrás sus estudios de ingeniería, Diego asegura que este proceso le ha permitido disciplinarse espiritualmente y que ha podido fortalecer su vocación, sobre todo tras el mes de Ejercicios Espirituales.

Además, se adentra en el vínculo que ha mantenido con Dios,en las huellas que ha dejado en su vida la crisis de la Iglesia y en su relación con la duda. ¿Por qué el mundo sigue necesitando jesuitas? También lo responde.


¿Qué balance haces de tu primer año en el Noviciado? ¿Cómo ha sido tu experiencia?
Para mí ha sido todo nuevo, yo venía con otro ritmo de estudio, otro ritmo de vida y otro ritmo social. El Noviciado ha significado reeducarme, adaptarme, aprender cosas nuevas. Yo estudiaba ingeniería entonces no estaba acostumbrado a leer al ritmo de acá, lo mío eran los números. Entrar acá ha sido disciplinarme en muchos aspectos, sobre todo en el espiritual que es un aspecto más preponderante que el académico en esta etapa. Ha sido una etapa de confirmación de la vocación muy potente.


¿Qué hitos han sido relevantes?
El mes de Ejercicios Espirituales sin duda fue crucial y revelador. Ahí se me permitió conocer o reconocer a este Dios que llamaba. También está el apostolado, el tema del encuentro con la gente. He trabajado en una población que se llama Achupallas en Viña, detrás de los cerros. La gente es muy sencilla, pero tiene mucha fe. Esta etapa ha sido de mucha confirmación. Porque nuestra tarea es dar esperanza a la gente, tenemos que devolverle la esperanza a la gente.


¿Cómo surge y se mantiene la comunicación con Dios?
Esto del “llamado” nació desde la espiritualidad ignaciana que descubrí en el colegio. Ahí fui descubriendo esto del discernimiento, del acompañamiento. Más que un llamado yo creo que Cristo invita a seguirle y uno está en la libertad de elegir cómo seguirlo de mil maneras. En mi caso fue más claro, sentí la invitación a seguirlo por este camino del sacerdocio, que pudo ser otro porque antes de entrar a la Compañía yo estaba pololeando y en esa etapa fui descubriendo que la invitación de Jesús era a caminar hacia un amor más grande, un amor que se entregaba a todos y todas. Ese amor fue por donde el Señor fue tirando el hilito.


¿Por qué el mundo sigue necesitando jesuitas?
La vocación jesuita tiene en particular el tema del discernimiento muy marcado y es necesaria hoy en día, sobre todo en un mundo que se mueve a mil kilómetros por hora y que no se da el tiempo de detenerse. Ese discernimiento te mueve hacia elecciones que muchas veces implican renunciar a ciertas cosas. También hay un trasfondo en el ámbito social, el tema de que el jesuita se involucra y ese involucrarse significa dejarse a uno mismo en el lugar donde está trabajando. El jesuita está encargado de llevar este Cristo que ya está en todas partes pero que a veces no se ve, el jesuita tiene que hacerlo visible, transparentar a Cristo e ir avanzando con la gente, desde el sentir de la gente, porque así avanzaba Jesús.


¿Cómo te ha tocado vivir la crisis de la iglesia? ¿Cómo te ha afectado?
Cuando ingresé a la Compañía me preguntaron si quería ser parte de esta Iglesia herida y la verdad es que ese convencimiento partió desde mi confirmación. Ese año explotó el caso Karadima y el jesuita que me guió no se dedicó a decirme los mandamientos ni los pecados capitales, sino que me mostró que había un tipo que se había equivocado, que el tema venía fuerte y que esa era la Iglesia Católica en que iba a confirmar mi fe sacramentalmente. No me mostró el lado bonito de la película, me mostró el real.


¿Ha trastocado tu vocación?
Para nada. Ver cómo ha ido creciendo esta nube, que por muy dolorosa que sea es muy necesaria, me ayuda a querer involucrarme mucho más. El tema de esta Iglesia que uno quiere tanto merece también de todo el ser, involucrarme en esto a raíz de lo que está pasando. Se genera un sentimiento de querer sanar esto, de querer transformar esto y para mí la manera de hacerlo es desde adentro de la Compañía de Jesús. Porque estoy consciente de todo el dolor que esto ha generado, del desapego que puede generar en otra gente. Las desilusiones, las crisis de fe, todo eso nos pone más trabajo. Si un papá tiene un hijo problemático tiene dos opciones, hacerse el leso o involucrarse y ayudarlo. Mi opción, en este caso, es involucrarme con esta Iglesia que hoy está herida.


¿Cómo has convivido con la duda?
Para mí la duda es importantísima. A veces se habla en la Iglesia Católica de no dudar de la fe, de estar convencido, pero yo creo que el cristiano tiene que cuestionarse muchas cosas todos los días porque el sentido de la duda te genera opciones y una de esas opciones es la confirmación, la certeza o la intuición, por dónde te mueve Dios. Dudar es preguntarse a uno mismo muchas cosas, cosas que uno tiene que preguntarse. El tema de la duda hay que acogerlo, mirarlo de frente sabiendo que en el fondo son los caminos por los cuales Dios te puede responder.