¿Dios me llama?

Reflexión de Cristián Viñales sj publicada por el Arzobispado de Santiago

No puedo negar que, en los momentos de dificultad y dudas, me encantaría tener la seguridad de que aquello que he decidido para mi vida es realmente voluntad de Dios. Sin embargo, con la misma fuerza me rebelo a creer que Dios tiene para mí, un camino trazado y decidido. Qué clase de dios perverso sería si me pusiese en la encrucijada de un camino mío y uno de él o entre muchos caminos, pero solo uno correcto, al que tengo que acertar en un golpe de suerte para no ser condenado a la desdicha. La verdad, de ser así, estaríamos ante un Dios “todomanipulador”, ante quien la historia humana se despliega como un espectáculo sin imprevistos, esperando que interpretemos un personaje cuyas líneas ya han sido escritas desde la eternidad. Nada de esto se condice con la imagen del Dios amor y liberador que se nos muestra en Jesús.

El camino que elegimos o la respuesta que podamos dar a Dios, no está escrita en ninguna parte, de esto se trata la libertad. La esperanza de lo que Dios todavía no ve y a lo que nosotros mismos recién vamos dando forma, es la grandeza y el riesgo de la vida: Ser, llamados a despertar la alegría de Dios por la generosidad y creatividad de nuestra respuesta. Las elecciones que nosotros hacemos no son creaciones de la nada, pues consciente o inconscientemente las disponemos con los condicionamientos humanos y nuestra propia historia, por lo mismo, no lo podemos todo, pero podemos dar sentido e imagen a la respuesta que vamos dando permanentemente al Dios que, a pesar de nuestros desaciertos sigue llamando, también de modo libre, creativo y permanente.

El Evangelio no nos dictará una elección “correcta”, pero abrirá horizontes a nuestros deseos y nos hará sensibles al deseo de Dios. La Iglesia podrá también llamarnos, pero no comprometerá jamás a cada uno en un camino particular que no asegure el despliegue de nuestra libertad. Por otra parte, para ayudarnos e inspirarnos, existen testigos, santos hombres y mujeres, que, con sus vidas, sus elecciones, están ahí, delante de nosotros, no para imitarlos o transformarnos en fotocopias. Ignacio de Loyola, Alberto Hurtado, Teresa de los Andes y Teresa de Calcuta, son únicos e inimitables, como nosotros mismos lo somos, pero sus vidas son invitaciones a seguirlos y, como ellos, trazar con autenticidad la respuesta que alegrará a Dios.

Pero ¿Dios me llama? – “Claro que sí”- y ¿De qué hablamos cuando decimos: “llamado”? Más que una voluntad precisa, clara y distinta, el llamado será siempre la brisa suave en el camino, aliento que invita y sostiene en la vida, el deseo persistente de Dios de verte vivo y pleno. Lo que Él aguarda y espera: Que inventemos nuestra respuesta, en decisiones que podrán ser permanentes, pero también una y otra vez, cada mañana y creativamente podemos responder su llamado. Pero, ¿es mi respuesta a Dios fruto de mi libertad profunda? Reconoceré que mi decisión se encuentra con la voluntad de Dios, si puedo afirmar que ella me hace más libre, es decir, si trae a mi vida coherencia y sentido, si unifica mi pasado, abriéndolo al porvenir. La respuesta al llamado de Dios, quizás se trata de un encuentro, una comunión de dos libertades, la mía que busca ser plena y la de Dios que la plenifica. Cuando ambas convergen en una obra común, sucede: El despliegue de mi vocación.