Historias a Contracorriente: San Luis Gonzaga
Hablar sobre personajes que va contra la corriente convierte en una obligación sumergirse en la vida de San Luis Gonzaga, uno de los ejemplos más maravillosos que podemos encontrar.
Aunque han pasado 451 años desde el 9 de marzo de 1568, día en que nació en Castiglione, Italia, lo cierto es que la sociedad en la que lo recibió no difiere mucho de la actual en sus rasgos más esenciales.
Luis nació en una familia acomodada. En esa época feudal, eso significaba ser parte de la nobleza, con todos los privilegios que eso conllevaba, pero también con una carga importante de expectativas.
Servidores, una educación de primer nivel y un contacto directo con los hombres más poderosos de su entorno, eran parte del abanico de posibilidades que tuvo San Luis en sus primeros años de vida.
Paralelamente, su padre le inculcaba el gusto por el mundo militar con la ilusión de que algún día se convirtiera en un gran solado. En un inicio, Luis manifestó cierta simpatía por los juegos de guerra, pero mientras crecía y formaba su criterio sus intereses fueron cambiando.
De a poco empezó a sentir un rechazo a la nobleza, lo que se acrecentó cuando se mudó a Florencia y empezó a frecuentar con la aristocracia florentina. Siendo todavía un niño empezó a desarrollar un espíritu reflexivo que entraba en conflicto con los privilegios que ostentaba.
Fueron esos sentimientos los que lo acercaron por primera vez a la Compañía de Jesús teniendo apenas 9 años, eligiendo al rector del Colegio de los jesuitas, el P. Francisco de la Torre como su confesor.
En esos años llegó a ser nombrado paje de don Diego, Príncipe de Asturias, llenando de orgullo a su padre, pero a esas alturas su rechazo a la vida que llevaba ya era categórico.
Ahora bien, una cosa es sentir rechazo o culpa por los privilegios que tenemos, pero otra muy distinta es ser capaces de renunciar a ellos con absoluto desinterés
Su vínculo con la Compañía se había fortalecido y comenzó un profundo proceso de discernimiento que lo llevó a convertirse en religioso con 15 años.
Con total convicción, Luis decidió renunciar al poder, al honor y al dinero que le esperaba si seguía la vida que su padre le pavimentaba y optó por seguir su vocación religiosa convirtiéndose en jesuita.
Desde luego no fue fácil. Su padre se negó tajantemente a que su hijo siguiera un camino que lo desviara de la gloria, la grandeza y las dignidades que podía proporcionarle ser un soldado. Incluso, recurrió a diferentes autoridades políticas y eclesiales para que lo convencieran de que su vocación no era la correcta.
Pero la decisión ya estaba tomada.
“Una vez, cuando oraba ante el altar de Nuestra Señora de Buen Consejo, en la capilla del Colegio Imperial de la Compañía de Jesús, había sentido que la Virgen me decía que entrara a la Compañía de su hijo”, comentó años después. El consejo había sido claro.
Con 17 años Luis presentó su renuncia al marquesado e ingresó al Noviciado. Dos años después, hizo los votos perpetuos de pobreza, castidad y obediencia.
En 1591 se desató la peste en Roma. Hambre, hospitales llenos, pobreza y falta de higiene fueron los protagonistas de una época oscura. Lejos de alejarse de la crisis, Luis colaboró en la atención de los enfermos. Al poco tiempo contrajo la enfermedad y se mantuvo tres meses agonizando.
Finalmente, el 21 de junio de ese año, cuando tenía apenas 23 años, Luis falleció rodeado de sus compañeros jesuitas.
Más de un siglo después, en 1726, fue canonizado y la Iglesia lo declaró el Patrono de la Juventud.