Ignacio Ceroni SJ: “A través de los Ejercicios me permití expresar nuevamente el camino vocacional”
El próximo 21 de mayo, Ignacio Ceroni sj se ordenará como sacerdote. Tras 11 años en la Compañía, hace un barrido de lo que fue este tiempo y repasa también cómo fue llegar a una congregación de la que no sabía demasiado.
Durante esta entrevista profundiza en el significado de este nuevo paso que da como religioso y también proyecta aquellos temas en los que más le interesa desplegar su vocación.
¿En qué momento vocacional te pilla la ordenación? ¿Qué expectativas tienes?
Llega en un buen momento. Después de dar el examen de grado el año pasado conversé con el provincial porque había una necesidad de reconectarme con la vida pastoral de parroquia, sobre todo después de un tiempo súper intenso, de haber estado encerrado con la pandemia. Y resultó ser una muy buena decisión. El encuentro con la gente en este tiempo previo ha permitido que sea un tiempo de pastorear sin ser sacerdote. Y eso me ha ayudado mucho durante este proceso previo. Me he sentido muy acompañado y se han ido confirmando cosas.
Entraste al 2011 a la Compañía, ¿han cambiado mucho las cosas en estos más de 10 años?
Sí y no. Algo que se mantiene es el horizonte, pero sí desde la entrada a la Compañía todo ha sido nuevo. Se han ido transformando las formas en que se aterrizan las opciones. En este camino el acompañamiento que he recibido de compañeros y de laicos han fortalecido mi carácter jesuítico. Porque hay muchos laicos que tienen mucha más formación jesuita que nosotros o que viven los principios de manera más profunda. Ese encuentro ha sido muy gratificante y es un proceso continuo de conocer qué es lo que Dios de mí como pastor. Porque claro, hay un sueño inicial cuando uno entra, también temores, sobre todo para quienes no venimos de un mundo ignaciano. Yo sentía que entraba a un cuerpo donde todos más o menos se conocían y yo era nuevo. Y de a poco, por medio de las distintas experiencias de la Compañía, he establecido grandes amistades. Y eso me ha cambiado.
¿Cómo fue el primer acercamiento con el mundo jesuita?
Yo salí del colegio Verbo Divino entonces no conocía profundamente lo ignaciano, pero sí sabía de su existencia. Después del colegio tenía la pregunta y me di el tiempo de discernir. Ahora le digo discernir, pero era esperar, madurar, ir viendo. Fue un tiempo de lucha, porque decía “estoy es bonito, pero no es para mí”. Porque en la vida hay cosas que te van tirando, el proyecto propio, la vida afectiva que te plantea la normalidad fuera de la vida religiosa. En mi parroquia Fernando Montes hacía las misas de las 11 de la mañana y me gustaba su visión. También la Compañía estaba inmersa en la situación Mapuche, en el mundo Ignaciano estaba muy tematizado lo que pasaba allá y me hacía mucho sentido el tratar de poner luz ahí. Yo tuve una experiencia de seminarista en el San Bernardo, pero tuvo un final complejo, fue un proceso difícil. Me seguí acompañando espiritualmente y ya tenía el contacto con los jesuitas, por una conversa que tuve antes con Pablo Walker. Luego retomé eso y me acompañó otro jesuita que me recomendó hacer Ejercicios Espirituales. A través de los Ejercicios me permití expresar nuevamente el camino vocacional. Porque mi salida del Seminario había significado que el proceso quedara medio abierto, pero en algún punto pensaba que esa puerta se había cerrado. Había sido un proceso muy fuerte y creo que los Ejercicios fueron también demasiado fuertes como para volver a abrirlo. Me hicieron sentido, me empecé a conectar y vi en los Ejercicios una luz bien importante que definía el carácter jesuita. Eso para mí fue y ha sido hasta hoy el núcleo central.
¿Qué significa para ti dar este paso tan importante en tu camino religioso?
Yo vivo la ordenación como una continuidad, porque internamente pueda cambiar el rol o lo que puedo entregar, pero en el fondo hay una continuidad en el acompañar, en el estar en la comunidad. El caminar con otros es bien significativo, pero sí está el poder facilitar el contacto con Dios a través de otros sacramentos. Está el tema de la misericordia, el tema del perdón, el liberar, el contar con Jesús. Eso es muy significativo para la gente y también para la Compañía. Puede que sí cambie en cuanto a mi pertenencia al cuerpo, en la disposición, por ejemplo, cuando un compañero necesite un reemplazo para un matrimonio. Esto te mete en la iglesia comunitaria, en el cuerpo mismo. También hay una continuidad en el ser parte de un proceso de conversión y de discernir nuestros caminos en la construcción del reino.
¿Cómo has convivido con los votos estos 11 años?
Puede sonar un poco frío, porque esto sale de mi lado de ingeniero comercial, pero para mí los votos son indicadores de mi vida espiritual y de mi mundo interior. Muchos me dicen “¡cómo dices eso!”, por tratarlos de indicadores, pero uno no puede huir tanto de su primera formación (risas). Lo veo así porque por un lado me permiten mantener el contacto con Dios. Los tres van unidos. En el caso de San Ignacio, él no entendía la obediencia como una obediencia ciega. Yo creía al entrar que era súper obediente porque decía que sí a todo, pero hoy lo veo como una entrega. En el acompañamiento, la obediencia es a lo que Dios quiere hacer con la persona que estás acompañando. La obediencia es lo que Dios quiere en mi relación con él y los demás. Los votos son recuerdo de lo que Dios va haciendo conmigo, aunque quizás me falta para verlos más espiritualmente todavía. El de castidad es el que uno siempre tiene presente, el que menos uno habla. Está bien esto de querer a todos sin exclusividad, pero es también querer de un modo distinto. No te impide tener amigos entrañables. Es casi como un voto de amistad con las personas. Aunque los veas poco, pero es gente que te llena el corazón. Es obvio que hay un sacrificio, hay una opción, pero también se ve que emocionalmente hay muchas cosas conectadas. El área afectiva también es lo que pasa con Dios, las cosas que me motivan y me asombran durante el día.
¿Por qué la vida religiosa sigue teniendo sentido en el mundo actual?
Es una vocación que tiene mucho que decir por el lugar donde está, por las prioridades que tiene, por los mismos desafíos de los votos. Es súper contracultural.
Actualmente somos bastante criticados en el tema de la confianza, pero en muchos lugares la gente necesita ese espacio de confianza, necesita saber que hay una persona que está dedicada a escucharla, una persona que está deseando lo mejor de la persona. Estadísticamente hay cada vez menos confesiones, pero mucha gente quiere y necesita conversar algo profundo en otro lenguaje que no sea el académico. Y desde el punto de vista de la fe, el sacerdote o el religioso es un recuerdo de que hay una institución de la Iglesia que está encargada de transmitir una buena noticia sobre todo con los pobres. Y ahí la Iglesia también ha sido para la sociedad un recuerdo de que se puede cuidar, de que se puede estar en lugares donde nadie más quiere estar, incluso apostando por causas perdidas.
¿Cuáles son tus grandes deseos? ¿En qué problemáticas sociales te gustaría desplegar tu vocación?
Soy un gran soñador, pero al mismo tiempo tengo una mente muy práctica. Y entre esas características se anulan constantemente. Para mí es muy importante el tema espiritual del hombre vinculado con el encuentro en comunidad. En la convivencia comunitaria hay algo que es propio del hombre y que se ha ido complejizando. Cada día es más difícil sostener esas relaciones porque hay que invertir tiempo o porque nos sentimos invitados a decir lo que pensamos, pero no desde el encuentro. Y eso desencadena en soledad. Sin ser un especialista, veo que las estructuras sociales son demasiado grandes, entonces cuesta mucho decir “este es mi hogar, esta es mi comunidad”. Es todo muy amplio, se va perdiendo la intimidad y la gratuidad del encuentro, y con ello el afecto. Falta esa comunidad que te acompaña a lo largo de la vida y que trasciende al círculo de amigos, que temáticamente está conectada con tus ideales, con tus sueños y con la fe. A mí lo que me ha ayudado mucho en eso es el arte porque el arte es un lenguaje universal que conecta, que permite expresar cosas que son difíciles de expresar. Y eso también se puede hacer en comunidad, porque lo que necesitan las personas es reencontrarse con lo que les sucede internamente sin que predomine el uso de la cabeza.