José Manuel Cruz sj: «No podemos vivir la fe como algo separado de nuestro compromiso político»

Han sido semanas intensas para José Manuel Cruz sj, jesuita de 37 años que ha vivido el estallido social chileno desde adentro. Ha participado activamente en las marchas, es miembro de la coordinadora Paz de Justicia y, como abogado, ha sido parte de diversos cabildos constitucionales.

Ha sentido pena y rabia, pero por sobre todo eso, ha experimentado esperanza. Esperanza en los jóvenes, en que este proceso decante en un Chile más digno.

Minutos antes de desplazarse a plaza Italia para una nueva manifestación, conversa con Vocaciones Jesuitas sobre distintas aristas de lo que está viviendo Chile, siempre con el lente de la fe.

 Muchos dicen que no vieron venir este estallido social. ¿Compartes esa mirada? ¿Crees que a la Iglesia le faltó percibir mejor lo que estaba pasando?

Se ha repetido que nadie lo previó, pero es claro que había muchísimas señales de alerta. Informes del PNUD, movilizaciones a escala menor, pero que se producían de manera permanente. Nadie podía predecir el momento ni la extensión de lo que está ocurriendo, pero tampoco nadie puede desconocer las causas. Sabíamos que Chile era tremendamente desigual, que hay cientos de familias viviendo en campamentos, que los adultos mayores viven una situación de abandono con pensiones de hambre. Sabemos que hay brechas salariales escandalosas. Entonces, si todos sabíamos todo eso, significa que moralmente todos tenemos una responsabilidad en esta crisis.

¿Cuál es tu estado espiritual? ¿esperanza, cansancio, satisfacción, pena?

Lo que ha predominado es la esperanza, pero también he tenido preocupación, rabia, pena. En el balance me considero optimista, creo que saldrá algo positivo, pero me conmueven cosas como lo sucedido con Gustavo Gatica, me impresiona también su testimonio, esto que dijo de haber regalado sus ojos para que Chile pudiera despertar. Eso es muy potente.

¿Qué ha pasado con tu vocación en estos días?

Curiosamente se ha fortalecido. Yo me he visto con mucha vitalidad, con mucha confirmación de ser jesuita, de una vida entregada al servicio, a la fe. Tampoco es que tenga mucha claridad de cómo puedo aportar de mejor manera. He ido día a día viendo cuál es mi espacio. Y en eso ha habido distintas iniciativas, en la facultad de teología, en la coordinadora paz de justicia, participando en las manifestaciones. También pensando al interior de la Compañía, con un espíritu de querer contribuir y en ese sentido creo que ha sido, a pesar de todo lo negativo y el sufrimiento, como un despertar vocacional. 

¿Por qué los cristianos, los jesuitas, no podemos quedar al margen de fenómenos sociales y políticos como estos?

Somos ciudadanos, parte de un pueblo que está luchando, que está en una encrucijada única en su historia de la cual puede salir un país mejor, más justo, con nuevas reglas democráticas. Los jesuitas tenemos que sumarnos, participar. Más allá de que existan posturas distintas desde las cuales afrontar el estallido nadie se puede marginar y menos un jesuita que se siente llamado a una acción y contemplación, que se siente llamado a una justicia que emana de la fe. Si nos sentimos llamados a encarnar la radicalidad del evangelio no podemos quedarnos al margen de lo que está pasando en Chile.

En el fondo, la vida religiosa no está ajena a todo lo que implica ser ciudadano…

A mí me molesta mucho cuando se separa la fe de la vida como si fueran dos cosas distintas, como si la fe fuera algo abstracto o que uno viviera encerrado en un templo y no tuviera nada que ver con lo que pasa todos los días, con las relaciones sociales. La fe es la vida, no son dos dimensiones diferentes. Si uno ve el testimonio de Jesús, Él estaba profundamente comprometido con lo que pasaba en su entorno. No hablaba de cosas que la gente no entendiera o que no representara sus genuinas preocupaciones. Hablaba de sus sufrimientos, de sus dolores, de sus necesidades. Jesús en el evangelio nos interpela a que no podemos entender la vivencia de la fe como algo separado de la vida, de nuestro compromiso político. Tengo que decir y hacer algo respecto de las personas que están sufriendo la violencia, de las víctimas, de la justicia. No nos podemos hacer los tontos frente a ese llamado del evangelio.

¿Dónde has visto a Jesús en este último mes? 

Lo he visto en muchas partes. Lo he visto en las calles, lo he visto en los vecinos que ahora conversan y que antes no se hablaban, lo he visto en la plaza Italia cuando nos juntamos el millón 200 mil personas, lo he visto en los heridos y en las víctimas que crean o no en Dios, es Jesús que está sufriendo en ellos. Lo he visto en mis compañeros, lo he visto también en las tensiones que todos estamos experimentando. Está Jesús muy presente y acompañándonos en este proceso que es muy duro. 

¿Cuál crees que debe ser el rol de la Iglesia en el proceso constituyente que se avecina? ¿Desde qué vereda o a través de qué mecanismos debe aportar?

Tenemos mucho que aportar. Pese a que estamos en una posición debilitada, tenemos un llamado irrenunciable y la oportunidad de abrir nuestros espacios. Nuestras comunidades, las parroquias, perfectamente son lugares para hacer cabildos. Nos podemos informar, podemos discutir. Y tenemos que votar. Tenemos que participar y mantenernos vigilantes, porque el acuerdo del 15 de noviembre es un avance muy importante, que hay que reconocer, pero al mismo tiempo que hay ser conscientes y lúcidos de que faltan detalles muy importantes en la ejecución de ese acuerdo.

¿Crees que la Iglesia debe asumir una cuota de responsabilidad en los procesos históricos y sociales que nos han llevado hasta acá?

Como Iglesia debemos partir reconociendo nuestra culpa en la crisis. Cada actor debe hacer su mea culpa y como Iglesia no estamos ajenos. Tenemos que reconocer la culpa y la responsabilidad en cuanto como Iglesia contribuimos a generar un país abusivo y desigual o también a reproducir muchas estructuras de injusticia como el clasismo. Pero con la misma fuerza con la que tenemos que reconocer eso, tenemos que hacer valer nuestro pleno derecho y deber de participar y de dar nuestra opinión. Nadie está inhabilitado de hablar, de aportar, porque si todos tenemos nuestra responsabilidad en esta crisis, entonces todos tenemos que contribuir a la solución.

¿Puede ser importante el discernimiento para los jóvenes cristianos?

Yo creo que el discernimiento es fundamental por varias razones. Primero porque es concreto. La realidad nos fuerza y nos llama a hacer constantes discernimientos. Los jóvenes, por ejemplo. Cuál va a ser tu parada en esto que está ocurriendo. Vas a ser un espectador, vas a ser un actor, vas a optar la violencia, vas a luchar por la justicia. Tengo mucha confianza en los jóvenes, nos ayudaron a despertar. Y también tengo fe en el pueblo de Chile, creo que seremos capaces de levantarnos, de reconstruirnos, de ser un país más justo. Cada día tenemos que ir haciendo, a nivel personal y comunitario, ese discernimiento. Nadie tiene las fórmulas. Tenemos que preguntarnos, delante de Dios, cuál es el mejor camino, el más adecuado en el momento y en las condiciones que tenemos hoy en día. Pero no solos, sino que siempre avanzando junto a otros en discernimientos compartidos. Eso nos va a ayudar a buscar una mejor solución.