Manifiesto de Vocación: Max Echeverría sj

Escribir y cantar son cosas que me hacen sentir vivo. Escribo poesía, a veces cuentitos cortos, eso me ayuda a conectarme con la experiencia personal de Dios en lo cotidiano; y tiene un valor de fecundidad el que uno pueda crear con la palabra. Estando en el Noviciado, Diego Salinas me pegó el gusto por Nano Stern y también escucho harto el jazz francés, ZAZ, por ejemplo.

Estuve un semestre estudiando medicina. En esa época me encantaba jugar básquet y siempre me gustó estar en contacto con los demás. Fue en ese contacto en el que vi a mis compañeros tan convencidos de su elección vocacional, mientras yo tenía una pregunta interna (sobre el ingreso a la vida religiosa) muy latente. Me dije “tengo que atreverme a responder, con valentía lo que siento”. La pregunta fue respondida siempre en comunidad y, fue en ese discernimiento junto a otros que se fue aclarando y haciendo más clara.

Me criaron puras mujeres. Soy hijo de madre soltera, me crie con tías, primas. Agradezco mucho esa presencia femenina desde la cuna, porque siento que ha forjado una identidad en mí. Junto a ellas, se me regaló una bonita gracia: La libertad para ser uno mismo y expresar con libertad lo que uno siente… Creo que aquello es una gracia linda de la cuál tenemos que aprender como Iglesia y sociedad.

Hubo un hombre muy importante en mi vida. Se llamaba Don Patricio y era un caballero que acompañaba mientras estaba enfermo, hasta que falleció. Fue un referente grande que me llevó a dudar de lo que estaba haciendo y atreverme a ese riesgo de la vocación que Jesús me llamaba a seguirlo. Fue en poco tiempo una figura paternal.

En el Noviciado agarré harto cariño por el cine. Una película que he visto muchas veces es Coco. Me emociona (¡hasta las lágrimas! Jajaja), sobretodo, la parte en que muere el compadre al que dejan de recordar. Es fuerte el mensaje de fondo: El recordar, la conciencia y memoria agradecida de nuestra historia personal y colectiva, es algo que siempre tenemos que tener en cuenta.

Hay cuatro ciudades que me gustan mucho. Primero, Nacimiento, ciudad calma y pequeña, en donde me crie. También me gustan Valdivia, que es una ciudad tremenda para conectarte con las demás personas. Lo mismo Osorno, que es una ciudad en la que viví antes de entrar a la Compañía. Y, Arica, alegre y festiva por naturaleza que tuve la gracia de conocer estando en el noviciado.

La pobreza toma hoy muchos rostros. Creo que para saber aquellas realidades en las cuáles debemos considerar como opciones apostólicas, tienen que estar atravesadas por la cercanía a los más pobres. No solo en el sentido material. Hoy, en nuestra realidad, esto nos pone a trabajar en transparencia y confianza con laicas y laicos; junto a los migrantes; sensibles ante la ecología y sus ocupaciones. Como ovejas, uno más entre tantos que buscan esa justicia y paz que ofrece Jesús.

Córdoba ha sido desafiante y renovador. En este primer tiempo he gozado de poder ser testigo de la belleza que se aloja en lo particular de cada gente, costumbre y modos de vida. En estos encuentros la vida se va transformando. No sólo en la realidad local, sino con una mirada atenta a lo que en nuestro Chile está pasando. Entre risas y conversas comunitarias; libros y lecturas; preguntas e inquietudes; encuentros sorpresivos y apostólicos; y, el silencio, voy aprendiendo paso a paso, a ser testigo de Jesús resucitado… Jesuita.