Max Echeverría nsj: «Dios está muy a la mano, es cosa de salir a encontrarlo»
Por un momento, el silencio que suele respirarse al interior del Noviciado se esfuma. Durante cerca de media hora la extroversión, las risas y la buena onda de Max Echeverría se apoderarán del hall principal del lugar.
A través de historias, canciones, lugares y personas este joven de 20 años se adentrará en los 20 meses que lleva en su primera etapa en la Compañía de Jesús. Irá incluso más atrás en el tiempo para poder explicarnos cómo eligió este camino para su vida.
¿Qué valoración haces de estos casi dos años en el Noviciado?
Ha sido un tiempo de encuentro y experiencia. Primero con uno mismo, con la comunidad y después es una salida muy intensa para encontrarnos con la gente común de Valparaíso a través de los apostolados. Lo fundamental es el tiempo de oración, no hay que negarlo, porque así se le pone músculo a eso que apareció en algún momento, que era una inquietud chiquitita y que hoy va tomando identidad, forma. También hay momentos lúdicos, nos encanta jugar juegos de mesa por ejemplo, como Catan, Dixit o Taboo. Ocupamos harto tiempo para compartir en la comunidad. Al final, es entender que tu vocación tiene de eso, que tu vida siempre será en comunidad. Eso me ha ayudado para poder confiar en el otro, apoyarme en él. Es una experiencia comunitaria en que te reconoces súper frágil y te animas a caminar con otros.
¿Cómo surgió tu comunicación con Dios? ¿Cómo supiste que este era el camino?
En cuarto medio yo gastaba mucho tiempo en visitar enfermos y familias con las cuales generé mucha cercanía. Así conocí a una persona muy importante, don Patricio. Con él y su familia conversábamos mucho, a un punto en que la conversa permitía poder decirnos lo que quisiéramos muy espontáneamente. Don Patricio tenía cáncer, pero en medio de esas conversas daba lo mismo que tuviera cáncer porque la enfermedad desaparecía por esos minutos, se generaba una empatía muy rica y para mí ahí se cuajó un milagro. Un día salí de su casa convencido de que quería ser parte de esos milagros cotidianos. Me puse los audífonos y en Spotify me salió en aleatorio una canción de Cristóbal Fones que en una parte dice “Jesús enséñame tu modo de hacer sentir al otro más humano” y fue como “waaa, tengo que jugármela”, tengo que lanzarme por acá.
¿Se te hizo fácil el camino?
Es que Dios está muy a la mano. Es cosa de salir a encontrarlo, querer buscarlo en la gente porque realmente te habla en esos términos. El noviciado ha sido mucho de reforzar el encuentro con el otro porque en esos encuentros Dios te va diciendo cosas. Entonces como que se aleja de un llamado “súper misterioso”. Es un llamado concreto, encarnado y real que tiene un sentido.
¿Y qué ha sido lo más difícil?
Lo más difícil ha sido aprender a dejarme querer. Yo vengo de una cultura donde tienes que mostrarte firme, el más bacán, el que tiene más likes en Instagram y acá es todo lo contrario. Aquí aprendes a bajar los brazos, a aceptarte tal cual eres y a dejarte querer por un Dios que te quiere así.
¿Por qué el mundo sigue necesitando jesuitas?
Porque sigue existiendo una misión que quizás hoy día se traduce en otros términos, como en el tema de la justicia, de promover la verdad y de vivir al modo en que Jesús lo hizo. Siguen siendo necesario jesuitas porque Jesús sigue siendo necesario para la sociedad y porque ese mismo Jesús es muy plástico, tiene una palabra muy actual. Y ese Jesús sigue necesitando compañeros, por lo que, si alguien lo descubre y lo siente así, bienvenido sea. Hay mil lugares en que no está esa novedad, esa plasticidad del Evangelio que te transforma la vida. Se necesita gente nueva que sepa descubrir otros matices.
¿Cómo te ha tocado vivir la crisis de la Iglesia? ¿Te ha afectado?
Claro que afecta, porque es la realidad, porque la vocación es real y por lo tanto te tiene que mover y conmover de alguna manera. Al final, esta es la Compañía a la que me quiero consagrar, es la Iglesia a la cual quiero servir y este proceso ha significado asumir que “esto somos”. Me quiero consagrar a este cuerpo frágil, a este cuerpo que a veces está herido. Jesús no cesa de comunicar algo nuevo, no deja de sanarlo y lo sana por medio de esas víctimas, por medio de esa realidad que quizás descubrimos tarde, pero que te quiere llevar a un modo distinto. Vivo la crisis con mucho dolor interno, pero a la vez con una esperanza que te devuelve la misma gente.
¿Cómo has convivido con la duda?
En el Noviciado he aprendido a tomarle cariño a la duda. Antes yo tenía hacía mi vida como un check list, y ahí no hay espacio para dudar. La duda es una apertura al riesgo del amor. Y pasa con cosas simples, como la cocina, que me encanta, pero sin usar muchas recetas. Entonces, cuando hago pan, me surge la inquietud de ponerle otra cosa, me pregunto según mi experiencia si quedará rico para los demás o no, al final me arriesgo y le pongo ajo. Esa sana duda, como la de la cocina, nace cuando te estás proponiendo hacer la vida para los demás. Yo he pensado en el último tiempo viendo lo que han publicado sobre la duda que incluso los discípulos dudaron de que Jesús había resucitado y tuvieron que vivir esa experiencia de vértigo, a veces de incredulidad, para poder encontrar la novedad de Jesús. Me he acercado mucho a la duda, pero de un modo creyente, o sea no es empezar a dudar de todo, sino usarla para hacernos más libres, para atrevernos realmente a amar, a que el pan nos quede rico para los demás.