Ordenarse sacerdote en tiempos de pandemia

Cuando este viernes 31 de  julio den las 19:30 horas y se inicie la ordenación sacerdotal de Cristián Viñales sj y Juan Salazar sj, cientos de personas encenderán sus dispositivos móviles para poder acompañarlos virtualmente en un momento tan importante de sus vidas.

La crisis sanitaria y social que vivimos en Chile y el mundo por la propagación del coronavirus hizo imposible la realización de la tradicional ceremonia en el templo San Ignacio en que hubieran podido compartir y celebrar este hito junto a familiares, amigos y compañeros jesuitas.

En cambio, tendrán una celebración privada e íntima en la capilla del Teologado Inteprovincial San Pedro Fabro, que será presidida por Mons. Galo Fernández, Administrador Apostólico de la Iglesia de Talca y que será transmitida vía streaming a través de Facebook y Youtube.

Desde luego, ninguno de los dos imaginó vivir su ordenación de esta manera, pero ambos entienden que un escenario tan complejo como el que estamos viviendo obliga a tomar medidas de esta dimensión.

En esta entrevista, tanto Cristián como Juan nos cuentan cómo han llevado este tiempo de preparación, las cosas qué han cambiado desde que ingresaron a la Compañía y la pena de no poder compartir este momento con sus familias.

¿Qué se siente ordenarse en el medio de una crisis sanitaria y social tan profunda como la que vivimos por la pandemia? 

Juan Salazar sj: Es raro, porque siento mucha cercanía. Se siente fuerza, que, en un contexto tan sombrío, de tanta tragedia, de tanta crisis, aparezca la ordenación como una fiesta que no es sólo mía ni para mí, sino que es de la gente, para ellos. El tiempo previo se ha tornado un momento compartido espiritualmente y en el que muchos me han hecho sentir su cercanía y apoyo. Siento también mucha presencia de Dios en estos momentos. Cercanía de la gente y de Dios.

Cristián Viñales sj: Si, si me lo preguntas así, diría crisis eclesial-sanitaria-política-social jajaja. Espero también que en alguna medida esta ordenación pueda ser razón de alegría y esperanza en este contexto. Yo me siento profundamente agradecido de Dios y desafiado por él. Creo que este tiempo nos ha ayudado a todos a valorar lo esencial, los amores, lo importante y quitarle peso a los intrascendente. También nos ha mostrado la profunda necesidad e injusticia que vive gran parte de nuestro pueblo. Espero que mi sacerdocio este marcado por ambas cosas.

 Si vamos a un contexto un poco más amplio, que va más allá de estos tiempos de Coronavirus, ¿qué se siente confirmar su vocación religiosa, ahora con la ordenación, en medio de un mundo que parece cada vez más secularizado?  

J.S: Se me hace un tremendo desafío. La sociedad en general (y el coronavirus ha acentuado eso) está demandando un nuevo paradigma de vida, un nuevo estilo de relaciones humanas, más sanas, más colaborativas, menos individualistas, menos calculadoras, menos mediocres. En ese sentido, mi consagración en la vida religiosa la siento como un desafío para aportar, desde la palabra y desde las obras, con ese nuevo modelo.

C.V: Es un contexto desafiante, pero creo que no hay que tenerle miedo a la secularización, yo me siento un hombre secularizado. La sociedad no tiene a Dios como comodín para explicar todo, eso es una buena noticia. Los creyentes necesitamos tener una relación personal y sana con Dios, tener experiencia fundante de Dios. Espero que la Iglesia vaya creciendo en humildad y que cada uno de los cristianos podamos crecer en profundidad. Por otra parte, me toca compartir harto con jóvenes y soy testigo de las búsquedas, la intuición de lo infinito, en la sensibilidad con la naturaleza, con la diversidad, con los sufrientes del mundo. Allí está presente Dios, siempre lo ha estado, porque el sobrepasa las paredes de los templos y habla muchos más idiomas que el nuestro. Quizás los jóvenes están descubriendo la presencia de Dios en nuevos lugares y son ellos los que nos muestran hoy su presencia a los más viejos.

c) ¿Qué les genera que sus familias y sus amigos no puedan acompañarlos presencialmente en un momento tan importante? 

J.S: Obvio que me da un poco de pena, pero tampoco me veo con mis papás al lado, y no poder abrazarlos o con el riesgo de contagiarlos. A toda mi familia la siento muy cerca, en este tiempo, acompañándome, haciéndose presente de diversas maneras. Ya vendrá el momento de celebrar y mi familia sabe cómo hacerlo (jajajajajaja).

C.V: Siempre que soñé este momento, allí estaban mis padres, mi familia y mis amigos, soñé que veía de reojo a mis abuelas durante la ceremonia y ellas estaban emocionadas, soñaba con mi sobrino ahí en primera fila preguntando a mi hermana por la ropa del tío. Bueno, nada de eso será tampoco. No puedo negar que me entristece que la gente que más quiero no pueda estar conmigo en un día tan importante, pero la verdad, lo entiendo, a tiempos extraordinarios, soluciones extraordinarias, ya habrá el momento de celebrar juntos.

 Cuándo miran al pasado y ven al jesuita joven que ingresó a la Compañía hace una década y lo comparas con el jesuita que se ordenará este viernes, ¿qué ha cambiado? ¿qué ha pasado en el camino? 

J.S: Han pasado hartas cosas, años, kilos (jajajaja). Creo que lo más importante es que se han ido asentando convicciones y también experiencias. Si miro atrás, veo un Juan lleno de conceptos y estructuras, y siento que he crecido en humanidad. Uno va madurando, y eso tiene que ver con lo vivido estos años, con la gente que he podido compartir y que me ha acompañado en este caminar. No ha sido un camino de puros triunfos, pero uno aprende de los errores, de los fracasos, y uno crece, uno cambia, se humaniza. En todo, he sentido que Dios ha sido muy fiel, esa es mi mayor convicción.

C.V: Han pasado muchas cosas, creo que conozco mucho mejor a la Compañía, conozco su miseria, la he visto con dolor, la he llorado junto a otros. Pero también me siento mucho más jesuita, sin idealizaciones inocentonas. En la compañía he hecho grandes amigos, con quienes compartimos sueños y frustraciones. Conozco a los más viejos, esos que no son tan conocidos y han dedicado toda una vida a Dios, en silencio. Estoy convencido que vamos creciendo en humildad y también para sabernos dependientes de Dios.  Hoy, con el camino recorrido, creo menos en lo héroes y más en los hombres y esto me hace experimentar que tengo un lugar aquí, junto a otros, todos muy distintos, pero compartiendo un mismo amor. 

Ha sido un largo camino de formación, que les ha hecho pasar por muchos lugares y conocer a muchas personas, ¿qué personas, situaciones, lugares o cosas se te vienen a la cabeza?

J.S: Recuerdo sin duda a mi familia y mis amigos, mi madre, mis amigos del colegio, de la universidad, de Osorno, de Brasil. Recuerdo especialmente el día de ingreso al Noviciado y también el de mi ordenación diaconal en Brasil. Agradezco profundamente mi tiempo en el San Luis Beltrán, con una bella comunidad de jóvenes, el Colegio Súmate de La Granja, mis años en Osorno, disfrutando de la lluvia, el volcán y los infinitos asados, y el tiempo en Brasil, tan enriquecedor. Mucho, mucho cariño, mucha misericordia, muchas personas que me ayudaron y me siguen ayudando a crecer. Pienso en la Compañía de Jesús, en mis amigos jesuitas, y sólo puedo estar agradecido. Hoy estoy en el Colegio Lecaros y vamos construyendo nuevas experiencias, vamos acompañándonos con esa comunidad.

C.V: Me siento profundamente agradecido de tanta gente que he conocido durante estos años y sé que ellos estarán acompañándome en la distancia. De ellos he aprendido mucho, han sabido y sabrán ayudarme a cuidar mi vocación. Porque también es de ellos.