¿Cómo el mes de ejercicios te ayudó a mirar la vocación de frente y abrazar la invitación que Dios te hacía?
Testimonio de Juan Echaurren SJ
Antes de comentar el mes de ejercicios en sí, me parece importante hablar que esa experiencia -entre otras tantas del noviciado- la tuvimos durante julio del primer año del noviciado. Eso implicó haber tenido antes una serie de actividades en el marco de la formación para ir entrando en mi propio mundo interior, intentando reconocer a Dios y conociendo de a poco a la misma Compañía de Jesús.
Para esto, tuvimos talleres de autoconocimiento y comunicación interpersonal, clases sobre la espiritualidad ignaciana, en donde repasamos parte de la vida de San Ignacio y nos familiarizamos con algunos conceptos ignacianos, entre otras actividades.
La que más destaco fue una invitación para escribir mi autobiografía, haciendo énfasis en lo que fui sintiendo al momento de ir relatándola, describiendo lo que me producía al recordar diferentes momentos de mi vida, y en ello, ir reconociendo una presencia activa de Dios a lo largo de mi historia, sin antes haberlo hecho como tal.
Fue interesante hacer una relectura de varios hechos, en que algunos pude ir reinterpretando lo sucedido con nuevas perspectivas, mientras que otras siguen existiendo interrogantes y silencios en que el tiempo irá develando -o no- ciertas pistas que me permitirá entender un poco más.
Además, empecé a inculcar, con muchas tensiones al comienzo, lo propio de la vida religiosa y la oración. Esto me fue ayudando a profundizar lo que significa una relación afectiva con Jesús, en que junto al acompañamiento, se fueron abriendo caminos dando perspectivas y mejores modos para ahondar en el vínculo con el Señor. El noviciado para mí fue una etapa en que todo se hizo muy nuevo.
A veces es inentendible esta toma de decisiones, sin embargo, hoy lo siento como un lujo porque me permitió poder, literalmente, detener la vorágine de la vida para hacer una gran pausa, en que los desafíos de la cotidianidad que tenía por delante -como la continua profesionalización en lo que estaba trabajando p. e.- dejaron de ser, para convertirse en nuevos objetivos, centrado en encontrarme conmigo mismo, para intentar encontrarme con mucha austeridad con Jesús mismo.
Ante la intensidad que vivía en medio de la contingencia, esto me ayudó a cuestionar lo poco consciente que era a veces con el modo de vida que llevaba para empezar a entender con mayor claridad aquello que estaba pasando frente a mí. Eso fue espectacular, necesario, y cada vez más deseado.
Obviamente lo anterior genera muchos otros y nuevos cuestionamientos, partiendo por dudar sobre la misma apuesta que recién comenzaba. Hay algo de ir viendo todo con mucha mayor perspectiva, con nuevos ingredientes que entran en juego y que ayudan en ganar lucidez de lo vivido, generando tensiones ante la elección que quería realizar definitivamente.
En esto, un punto de inflexión importante fue el mes de Ejercicios. Fueron 35 días de silencio exterior para escuchar, escucharme e intentar escucharlo… Pasar por las cuatro semanas que propone San Ignacio es un proceso pedagógico espiritual que me ayudó para ir conectándome interiormente con diferentes vertientes y comprender mi complejidad, que se subsume entre tanto ruido.
El camino que recorrí, de algún modo, me permitió ir reconociendo con sinceridad cuál es mi deseo más profundo, y entender cómo eso se conecta con lo que voy tratando de reconocer como voluntad de Dios. Es vertiginoso señalar que en eso que estoy viviendo y deseando está Dios con su presencia, sin embargo, confiar en el propio discernimiento y dejándome acompañar en el camino, me llevaron a apostar cada vez con mayor tranquilidad en lo que significa la vida.
Algo precioso fue ir quedando cada vez más desnudo ante el Señor al momento de rezar mi propio pecado e ir viendo las dinámicas que a veces no generan mucha vida… porque a la luz del “Principio y Fundamento”, y desde esa fragilidad, se me hizo mucho más hondo el modo de conocer a Jesús desde su Evangelio, a través de la contemplación, pasando por su vida, pasión y muerte. Finalmente, haber conectado y profundizado en la resurrección de Jesús durante los Ejercicios, fue lo fundamental, una gracia, que se traduce en un deseo genuino de seguimiento en una misión de anunciar lo que he ido recibiendo en el Reino presente que habitamos.
Sin duda, los Ejercicios fueron una experiencia trascendente para poder encontrarme y aprender a confiar, en que hay muchas cosas que aún no están resueltas, pero las mociones me llevaron a enfrentar y responder la pregunta vocacional para poder encaminarme en este modo de vida al cual me siento invitado.