Francisco Bettinelli sj: «La ordenación diaconal es un hito fundamental en que convergen caminos y se abren puertas»

Hoy, a las 19:00 horas, Francisco Bettinelli sj, jesuita argentino, vivirá su ordenación diaconal junto a cuatro compañeros. Pese a que a la ceremonia se celebrará con muchas limitaciones, producto del complejo contexto sanitario, él siente mucha paz. “Es lo que nos está tocando a todos”, dice. Asegura, además, que la ordenación es un hito muy importante, pero que no es el fin.

Manteniendo siempre un tono muy tranquilo y pausado, Francisco nos hablará sobre cómo cuida su vocación religiosa, cómo recuerda su proceso de discernimiento previo a la Compañía de Jesús y qué misiones le esperan para el futuro luego de terminar su paso por nuestro país.

¿Qué significado le das al hito de la ordenación diaconal dentro de tu camino religioso?

Me gustó la palabra hito, creo que dice mucho de lo que es. Justamente lo veo como un hito, como un signo, así es como lo vivo, como parte de este camino. He estado pensando mucho en eso, en que será una ordenación distinta, pero la ordenación no es el fin ni lo más importante, es un hito fundamental en que convergen caminos y se abren puertas. Pero siempre está orientado a algo más, uno no entra para ordenarse. Yo entré a la Compañía para servir al Reino, para servir a la Iglesia, para servir al pueblo de Dios y dentro de todo eso la ordenación es algo fundamental.

¿Qué hay en el horizonte? ¿Qué viene después de la ordenación?

El horizonte se va abriendo de a poquito. En lo inmediato, el año que viene tenemos que rendir el examen de grado de Teología, en marzo o abril. Después de eso me voy para Corrientes, una Provincia que queda al noreste de Argentina, límite con Paraguay. Ahí me voy a trabajar más que nada a un templo. Esa es mi primera misión post ordenación. El año que viene está la ordenación sacerdotal que será importante y bueno, después habrá que ir viendo cuál será el siguiente paso.

Es una ordenación distinta, nuevamente la situación sanitaria en Santiago ha vuelto a complicarse, ¿Cómo enfrentas el vivir una ordenación en un contexto tan distinto?

Va a ser un contexto bien particular y me genera muchas sensaciones. Cuando se anunció el cambio de fase estaba acompañando Ejercicios Espirituales y recibí esa noticia con mucha paz, sintiendo que bueno, el año ha sido extraño para todos. Hay muchos hitos de fin de año como graduaciones, matrimonios y esto es sumarse a lo que les pasa a todos. Al lado de mucho sufrimiento, en medio de cierto riesgo, es como sentir que esta mayor pequeñez va de la mano con el contexto y con lo que nos toca a todos, y eso me da mucha paz. Y claro, más que pensar en lo que hubiera sido un templo lleno, sí está la tristeza de no compartir este momento importante con mi familia, con quienes he compartido estos años más de cerca y que han sido más importantes. Han sido tres años muy especiales desde que llegué a Chile, hemos vivido la crisis de abusos muy intensamente y para mí ha significado despojarme de muchas cosas. Y en ese despojo he ido encontrando a Dios en lo más profundo, en lo más sencillo, en la mayor intemperie. A nosotros nos toca ordenarnos en este momento vital de la humanidad y también de la Iglesia, y esa conversión al mayor despojo me da mucha paz.

Estos momentos tan importantes también nos obligan a mirar el pasado… ¿Cómo recuerdas esa época de discernimiento antes de entrar a la Compañía?

La recuerdo con mucho cariño. Un tiempo muy intenso, muy genuino, un tiempo de búsqueda, de encuentro, de experiencias, de sentimientos. Y eso, yo lo veo para atrás y lo veo con cariños, con benevolencia, han pasado 12, 13 años. Impresiona mucho darme cuenta de que ha pasado hace tanto tiempo. También recuerdo cierta inconciencia, uno ahí se la juega, pero sin saber mucho qué depara el futuro, es todo muy incierto. Yo lo miro con cariño y con mucho agradecimiento, siento que fue una época muy bonita a nivel personal por muchas cosas y a mí volver ahí me trae mucha paz. 

¿Cómo se cuida la vocación? ¿Cómo se “mantiene vivo” el fuego?

Sí, ese ir manteniendo vivo el fuego es algo que se ha transformado mucho. Como que no es la misma vocación, va cambiando. Y ha ido cobrando nuevas formas de la mano de experiencias, personas, consolaciones, desolaciones. Como que se ha ido reformulando mucho. Hay un momento en que hace falta reformular la vocación y para mí lo más importante en los últimos años ha sido eso, volver a preguntarme la vocación. Uno tiene un relato propio, un relato he llamado, un relato de deseo de orientación, de confianza en Dios. Y creo que hay determinado momento en que hace falta volver a relatarse de la mano de la experiencia de Dios. La relación con Dios es siempre la misma, pero al mismo tiempo también va cambiando. También es importante, desde lo cotidiano, ubicarse en el momento y lugar. El “soy de acá, esto me constituye, este es mi modo de entregarme, este es quien me siento llamado a ser”. Y eso se alimenta de medios como la oración, la eucaristía, la comunidad, que son cosas que varían mucho en el día a día.

¿Qué le dirías a un joven que siente mucha inquietud por la vocación religiosa, pero que al mismo tiempo vive temores y tensiones?

Primero, le diría que eso no se resuelve, esa tensión se mantiene (risas). No hay una fórmula para resolverlo porque somos un cúmulo de deseos, de movimiento, entonces no es tan directo. No es que activo algo y se arregla. Par a mí es importante y sigue siendo importante la contradicción de uno mismo. Toda esta crisis me ha llevado a conectarme más con una propia fragilidad, con propios miedos, propias dudas, y saber que no se trata de solucionarlas, de arreglar algo, sino también de entregarse a Dios, confiar en la experiencia de vida. A mí me ayuda mucho confiar en lo que realmente he vivido. Hay tantas palabras, tantos discursos, tantas cosas… ver cómo ha estado presente Dios, como me ha hablado, por medio de qué personas. A mí ese pensamiento de como un cúmulo de contradicciones me da mucha estabilidad de decir bueno, frente a estructuras que pueden caer, frente a problemas que pueden aparecer, seguir encontrándome con el Dios que está más allá de los problemas, más allá de las estructuras, que no es las estructuras ni la vocación, sino que está más allá. Y aunque todo caiga, ahí está Dios. Y nos vamos a encontrar con más verdad de un modo más genuino.