Javier Hernández sj: «El discernimiento vocacional requiere franqueza y humildad para reconocerse sujeto a tensiones»
La historia de Javier Hernández sj en la Compañía de Jesús es especial, con idas y vueltas que lo llevaron a ingresar y realizar el Noviciado dos veces distintas. En la segunda, una experiencia de inserción extendida en Antofagasta lo vinculó por primera vez al Servicio Jesuita a Migrantes, institución de la que nunca más se desligó. Hoy, siendo parte de la comunidad jesuita en Arica, integra el equipo jurídico del SJM en la ciudad fronteriza.
Como abogado, Javier nos cuenta cómo ha sido compatibilizar su lado profesional con el religioso y también se sumerge en las particularidades de la realidad jesuita en Arica. Además, relata cómo ha trabajado el cuidado de su vocación religiosa y aconseja a aquellos jóvenes que enfrentan el discernimiento vocacional con miedos sobre la mesa.
¿En qué consiste actualmente la misión de la comunidad jesuita en Arica?
Hay 3 grandes focos: parroquias, bailes religiosos y migración. Hay dos parroquias y siendo históricamente la Compañía la que fundó la diócesis. Con la pandemia el tono sacramental se ha visto reducido y han tenido un tono mucho más social. El segundo foco son los bailes religiosos, que es algo que como jesuita no encuentras en otra parte. Porque parroquias, comedores, migrantes, son cosas que puedes encontrar en muchos lugares, pero el trabajo como jesuita con los bailes religiosos es exclusivo de la ciudad. Y en tercer lugar está el tema migratorio.
Tú trabajas en el área jurídica del SJM en Arica, ¿qué rol cumple la Compañía en temas migratorios?
Las fronteras son siempre lugares complejos y lo que hace el SJM es estar ahí, que es fundamental. Si no estás en el terreno lo que tú hablas es pura teoría. Si bien somos una institución bastante técnica, se trabaja desde la base de estar en las fronteras. Sobre lo que hacemos, dicho jocosamente, nos dedicamos a atajar los goles, esa es la verdad. Como abogados de la oficina de Arica del SJM somos como la “primera línea” de esta temática, intentando que se respeten los derechos de las personas migrantes en un lugar tan complejo como la frontera norte, evitando que las personas sean expulsadas de forma arbitraria de Chile o tratadas de forma vejatoria.
¿Y qué rol juega particularmente la Compañía en los bailes religiosos?
La Compañía no está encargada de hacer el baile, sino que se preocupa de acompañar a una agrupación que ya existe, que tiene su propia dinámica, sus propias reglas, pero que necesitan a la Compañía en temas de acompañamiento, de formación espiritual, de mediación de conflictos. No es que seamos gestores o presidentes de la asociación, no nos toca organizar.
Tú fuiste novicio dos veces, ¿cuándo empieza tu vínculo con temas migratorios?
Efectivamente, soy un caso raro. Ingresé a la Compañía el 2009 y la verdad es que entré muy verde. Tenía el deseo y sentía que este era el lugar, pero también había veces en que sentía que tenía que trabajar afuera aspectos de mi crecimiento personal y el Noviciado no resultaba suficiente para eso. Y creo que fue una excelente decisión. Le agradezco hasta hoy a Pablo Peña, maestreo de novicios en ese entonces, porque fue muy lúcido para orientarme. El tiempo que estuve afuera fue de mucha gracia, de mucho crecimiento, y me permitió afrontar el tema vocacional con todas las cartas sobre la mesa, bien claritas y con mayor paz. Con esa claridad pedí volver a postular e ingresé el 2015. Tenía que hacer el Noviciado completamente de nuevo, pero Cristián del Campo vio que era mejor un cambio para que no fuera más de lo mismo. Entonces me destinaron a Antofagasta para una experiencia de inserción de 6 meses. Ahí entré al SJM como abogado.
¿Cómo se ha ido conjugando el tema jurídico con el tema religioso?
En Antofagasta me tocó un equipo excelente que hizo que el ambiente fuera propicio para combinar ambas cosas. Por una parte, se reconcilió la parte profesional, porque uno al entrar a la Compañía tiene la incertidumbre sobre cuánto podrás desplegarla, aunque los que somos abogados hemos tenido más oportunidades. Yo había congelado la carrera para entrar a la Compañía y en medio de los dos procesos de Noviciado retomé esos estudios. Y bueno, con ese trasfondo profesional, me di cuenta de que trabajar en el SJM como abogado me permitía un contacto directo con las personas migrantes, con sus necesidades y desde ese contacto entrar a lo religioso fue un regalo importante. Ahí pude experimentar la síntesis de ambas cosas. Lo que me llevó a entrar a la Compañía de Jesús y no a otra congregación fue la vocación de servicio, el querer que mi vida esté dispuesta al servicio de las personas desde la fe, pero ocupando ciertos medios que en este caso son los medios jurídicos porque es lo que necesitan en una instancia primera.
Luego te tocó partir a Argentina para seguir tu formación, ¿se mantuvo la misma síntesis entre lo jurídico y lo religioso?
En Argentina pasé a una cosa muy diferente. Allá el SJM era muy pastoral y nada jurídico. Y yo cuando llegué cuestionaba que esto tiene que tener un fondo de leyes. Renegué bastante al principio, pero cuando conocí y caché lo que se producía cuando profundizas lo pastoral y lo mezclas con el tema migratorio me di cuenta de que era un tema total. Para una persona el desarraigo de su tierra es una experiencia muy fuerte y buscarán cualquier forma de sentirse parte de algo. Y ahí la cuestión de la fe es súper importante. Y fue bonito, porque me mostró la otra cara de lo migratorio. Una cara muy humana, muy íntima, muy de fiesta también, cero formal. Y fue también un descubrimiento para mi vocación religiosa,una experiencia de plenitud. Después de Buenos Aires partí a Córdoba y creo que ahí sí hice una síntesis de ambas cosas de forma plena. Por un lado, se iba generando una comunidad muy grande de migrantes, con todo lo humano y religioso de atrás, y, por otro lado, hacíamos la atención jurídica más dura, de trámites. Entonces fue bonito porque tenía una pata en la fiesta del Nazareno y la otra enseñando lo que era una visa temporal.
¿Cómo cuidas tu vocación religiosa?
Yo tengo una historia larga y con varias vueltas, entonces la gran certeza para mí ha sido lo que Dios me realizó al inicio cuando hice mi primer mes de Ejercicios Espirituales, que fue una experiencia fundante. Yo voy a esa historia, a la historia de mi relación con Dios amigo, papá, mamá, con peleas y frustraciones de por medio, pero que siempre están fundadas en mucho amor. Durante una experiencia hace un par de años atrás en Argentina pude reconocer como un gran regalo la relación que hemos tenido con Dios a lo largo de los años. No me encontraba personalmente en un contexto fácil. Siempre he manifestado que Córdoba fueron muy bonitos años, pero también tuvo su parte amarga. Por una parte, estaba muy feliz trabajando con los migrantes, pero en la intimidad muchas veces la remaba como podía. Revivir la historia de amor con Dios como algo que atraviesa todo y que te sostiene en esa necesidad tan humana que es la de poder amar y ser amado fue lo que en esas dificultades afirmó y dio certeza al camino hecho.
¿Qué le dirías a un joven que siente inquietud por la vocación religiosa, pero que al mismo tiempo tiene miedos y cargas?
Lo primero es averiguar a qué le tienes miedo. Si no tienes eso claro te das permiso para tomártelo a la ligera, para asomarte, salirte etc… Pero cuando la tienes clara eso implica un compromiso. Cuando uno dice le tengo miedo a esto o a esto otro, encuentro la forma de combatirlo y asumo un compromiso conmigo mismo. Y ahí cambia el tono y también las personas que acompañan el proceso vocacional tienen más herramientas para que todo esté con los pies bien puestos en la tierra”. Y creo que eso es fundamental. Porque muchas veces puede ser imaginario, puede ser que lo esté diciendo que le tenga miedo realmente no sea eso. Entonces, el discernimiento vocacional requiere franqueza y humildad para reconocerse sujeto a tensiones y eso da libertad.