Pablo Mayorga SJ: “El arte es un medio para integrar lo que soy y los desafíos de ser jesuita en la sociedad de hoy”

Cuando mira hacia atrás, Pablo Mayorga sj reconoce que el joven que ingresó a la Compañía de Jesús el 2009 no es el mismo que responde esta entrevista, que lo pilla readaptándose en Chile después pasar 4 años en Colombia, país en el que realizó sus estudios de Arte.  

Asegura que entrar a la congregación fue “un acto de confianza de ambas partes” porque el conocimiento más profundo se ha dado en el camino. Un camino que lo ha hecho transitar desde la idealización de la vida religiosa al encuentro con la realidad de ser hermano.

En la Compañía de Jesús ha encontrado un lugar para desplegar sus talentos, principalmente el artístico, pero también ha sentido que es un espacio en el que se acogen sus defectos.


¿Qué cosas han cambiado cuando comparamos al Pablo pre-jesuita con el actual?

Muchas cosas. Primordialmente en lo religioso porque la formación te da apertura. Apertura a modos de vivir la fe que antes no tenía. También hay cambios en lo más humano. Dados por procesos de terapia, por tiempo vivido en experiencias concretas como jesuita y que me han llevado a ser más flexible de lo que era. Yo Tuve una formación y una tradición más rígida que otros en mi ambiente, en el colegio siempre fui más viejo chico que mis amigos, entonces era un tipo mucho más de primero tener claridad de si las cosas eran seguras o si eran buenas antes de probarlas. No era un hombre como arriesgado y eso la Compañía lo ha ido cambiando.

¿Sientes que los cambios han tendido a ser para mejor o para peor?

En general, la gran mayoría de los cambios han sido para mejor. Pero claro, hay mañas y cosas que se han ido agudizando con el tiempo. Aunque ahí no solo entra la Compañía, también entra a jugar la vejez (risas).

¿Sientes que al ingresar a la Compañía te estaban aceptando con todo tu ser? ¿Con las cosas buenas y las no tan buenas?

La Compañía confió en mí, como yo también confié en la Compañía. Porque al final no nos conocíamos. Tenían un conocimiento de mí por ser ex alumno o por referencias de jesuitas concretos, pero el conocimiento profundo ha sido un proceso. Entonces la Compañía asumió un riesgo aceptándome y yo asumí un riesgo entrando a la Compañía. Y luego, en el diálogo, en el camino conjunto, eso ha ido dando frutos positivos. Bueno, no sé qué dirá la Compañía al respecto (risas).

¿Y en ese acto de confianza sentías que entrabas a un lugar en que tus defectos y virtudes tenían cabida?

Parte de esa rigidez que mencionaba antes pasaba por el hecho de sentir que para ser jesuita tenía que hacer un proceso de depuración, de ser como una persona perfecta. Una perfección asociada a esquemas rígidos, patrones que yo pensaban que era la vida religiosa. Y mi experiencia como jesuita me ha ayudado a encontrarme con un Dios que más que invitarme a la rigidez, me invita a la flexibilidad, a la plasticidad, al discernimiento. Y desde ahí hoy siento que la Compañía me acoge con mis defectos y que la perfección no va tanto hacia el adaptarse a un molde, sino a encontrar, de la mano de Dios, la mejor versión de uno.

Ser seguidor de Jesús puede ser confuso, puede hacerte pensar que tienes que ser exactamente como Él. ¿Viviste esa tensión?

El antiguo Pablo tuvo ese conflicto. La percepción que yo tenía de la religión desde las catequesis que había recibido y la idealización que yo tenía de la religión me hacían tener la sensación de que en el fondo había un modelo que yo nunca podía cumplir. Pero en estos últimos años la experiencia de Dios me ha ensañado que tú no tienes que ser Jesús. Jesús es Jesús, como el Padre es el Padre y como el Espíritu es el Espíritu. Nosotros creemos en un Dios que es relación y que se nutre justamente de eso, que las 3 personas de la trinidad, aunque son Dios, son 3 personas distintas. Entonces Dios no necesita que yo sea otro Jesús, necesita la mejor versión de Pablo Mayorga que existe al seguimiento de Jesús.  

¿Hoy te sientes el mejor Pablo Mayorga que podrías ser?

No, yo creo que le falta mucho. Pero sí siento que estoy caminando más para allá que lo que caminé antes. 

¿Qué le dirías a un cabro que tiene esa visión idealizada de la vida religiosa y que tiene la presión de ser un nuevo Jesús?

Es difícil, porque es un tema de tiempo. No hay nada más desagradaba que cuando estás impaciente alguien te diga «paciencia, eso se va a resolver». Es horrendo, pero bueno, hay que decirlo de alguna manera porque es verdad. Hay algo de los Ejercicios que para mí fue clave entenderlo en algún momento de la vida y que yo siento que puede ayudar. Que cuando uno va a los Ejercicios no es que tú encuentres a Dios, no es que tú por tus méritos puedas buscar a Dios y encontrarlo, sino que en la medida que uno se dispone en los Ejercicios a escuchar, a acoger, a atender, a poner los sentidos, Dios se va revelando. Entonces, es como… ya, tú quieres seguir a Dios y sientes ese fervor, quieres crecer y ser mejor persona, quieres ser un mejor seguidor de Cristo. Perfecto, pero eso no pasa necesariamente por lo que tú hagas, o por ponerte como loco a tratar de replicar, sino que debes tratar de sentarte y escuchar qué es Él te está proponiendo, cómo Él se revela. Y eso te va cambiando.

¿Cómo se fue dando ese cambio de percepción? ¿Qué cosas te fueron interpelando?

Primero la crisis de la Provincia y todas las experiencias que tuvimos con las denuncias. Y no me zamarreó solo a mí, sino que nos ha zamarreado a todos respecto de qué es ser jesuita en Chile. Y la invitación ha sido más hacia dejar de pensar en un modelo de jesuita que en verdad yo creo que no existe como tal. Y decir bueno, yo soy un consagrado desde lo que soy, desde lo que vivo, desde lo que tengo y eso es lo que ofrezco a la Compañía. Y en mayor o menor medida ésta puede aprovechar eso apostólicamente y enviarme en misión.

¿Qué aspectos de tu personalidad crees que podrías mejorar?

Soy muy apasionado y eso genera que soy de impulsos rápidos. Soy gritón, escandaloso y a veces me enojo muy fácil. La furia es de las emociones que me sale más espontáneamente. Lo mismo hace que sea muy chucheta, se me arrancan los garabatos solos. También hay otro tema… que es como pecado de la Compañía y que a mí se me cuela harto. Yo me siento muy agradecido de la espiritualidad ignaciana y de la formación jesuita, creo que son cosas muy valiosas, pero a veces nos hace creer que somos un poco más que los demás. Está eso de mirar para el lado pensando que uno es mejor y lo sufro bastante. No soy de enrostrarlo para que otros sientan que soy mejor que ellos, pero sí al final del día me pesa en mi toma de cisiones, en mis relaciones y es algo que tengo que estar examinando y discerniendo.

¿Crees que la Compañía es un espacio en que los talentos se pueden desplegar?

Sí, ciertamente. Uno crece y los talentos crecen con uno en el proceso de hacerse jesuita y de hacerse parte de la Compañía. Yo he ido redescubriendo cosas que estaban ocultas o que yo tenía ocultas porque pensaba que no era suficientemente capaz para poder vivirlas, como el tema del arte. Yo no siento que sea una persona particularmente talentosa, pero sí hay ahí algo que es mío y que en la medida que se puede trabajar, se puede poner al servicio. Entonces yo siento que la Compañía permite, a través del discernimiento y del autoexamen y de todas las estrategias que ofrece nuestra espiritualidad, que tú vayas como conociendo y reconociendo esos rincones que incluso le has cerrado la puerta en algún momento. Por madurez, por contexto vital, por distintas cosas. Y eso puede ir surgiendo y desarrollándose de mejor manera. 

¿Qué lugar ocupa el arte en tu vida? 

El arte hoy es una pregunta. Porque todavía no sé bien en qué encaja o cómo lo voy a encajar en los procesos vitales que voy a vivir de aquí en adelante. En los años de estudio fue muy claro, yo era estudiante de artes. Y ahí había trabajos, encargos, tarea que tenía que cumplir. Pero hoy, que mi misión es Juventudes y Vocaciones, vincularme a los colegios… Estoy equilibrando eso, viendo cómo será mi vida apostólica y el arte, aunque es una presencia que tiene que estar, es pregunta porque no sé cómo se va a desarrollar. Si será solo con las clases, si será con talleres, creación personal…hay algo en desarrollo. 

¿Cómo se vinculan el arte y la vocación religiosa? ¿Son caminos separados o se entrelazan?

La vocación religiosa me ha enseñado que Dios integra la vida. Mi vocación al arte surgió desde los videojuegos, la animación, los comics. Desde ahí pasé al dibujo y desde ahí a la parte académica o pedagógica del arte. Y la relación con Dios ha ido integrando eso, ha sido la experiencia de Dios lo que a mí me ha hecho sentir que lo mío tiene espacio y es necesario en la Compañía. Y que no tengo que ocultarlo, por muy ñoño que sea el talento. Yo antes pensaba que estudiar arte me iba a validad frente a otros jesuitas que yo veía como “grandes sabios”. Pero la relación con Dios a mí me ha ayudado a entender que el arte de alguna manera se va volviendo canal. Es un medio para integrar lo que yo soy, mis gustos, la academia y los desafíos que te pone el ser jesuita en la sociedad de hoy. Y se va mezclando, se va moldeando, va dando espacio a un camino distinto. Un camino en que vida religiosa, vida artística, vida personal, son una sola. No son separables.