Aquí encontrarás algunas «microhistorias» de sacerdotes y hermanos jesuitas que escucharon sus deseos profundos, ¡y que se dejaron llevar por Jesucristo más allá de sus límites! Pregúntate como ellos: ¿Cuáles son tus grandes deseos?
Martino Martini
Difícilmente ha existido un hombre más creativo y exacto en la investigación del territorio de China. Gracias a lo valorado de su persona y su trabajo, Martini pudo sobrevivir a los conflictos y cambios políticos que supusieron la muerte del último emperador de la dinastía Ming y el comienzo de la era Qing. Su mayor obra es el Novus Atlas Sinensis, donde mostró con erudición y detalle la amplitud del Imperio Chino, dando pautas de estudio que hasta hoy siguen vigentes
Gustavo Le Paige
Hoy sabemos de la existencia del pueblo Likanantai gracias al padre Gustavo Le Paige. Luego de haber fracasado en sus misiones en el Congo Belga, este sacerdote fue destinado a Chile, donde tuvo gran contacto con las comunidades cercanas a Chuquicamata. Su trabajo arqueológico favoreció el desarrollo del pueblo de San Pedro de Atacama y, en general, el de los pueblos andinos. Fue un visionario en el estudio de la prehistoria del hombre de Atacama.
Rutilio Grande
Movido por su amor a la iglesia y la misión de evangelizar a los desposeídos, el compromiso de Rutilio Grande lo llevó hasta las últimas consecuencias denunciando la injusticia social en El Salvador. Este sacerdote jesuita defendió una imagen de Jesús como un revolucionario que quería cambiar la situación de los marginados en la sociedad, enfrentándose con una Iglesia y Gobierno conservadores que lo calificaban de subversivo. Rutilio fue asesinado por los grupos paramilitares. Su testimonio caló hondo en el obispo Óscar Romero quien seguiría sus pasos pocos años después.
Vicente Cañas
Este hermano jesuita de origen español llegó a Brasil en 1966 y se ofreció para vivir con los Enawenê-Nawê, una comunidad de aborígenes del Matto Grosso que no tenían contacto alguno con el exterior. Conocido como “Kiwxi” entre los indígenas, Vicente Cañas comenzó a vivir como ellos, en un proceso de inculturación radical, durante una época en que sus territorios eran arrasados por grandes empresas, especialmente madereras. Él y los suyos corrían peligro, pero no quiso acobardarse; finalmente apareció muerto en una cabaña donde tenía sus herramientas. Aún no hay claridad sobre su asesinato
Pedro Arrupe
Como misionero, el jesuita Pedro Arrupe conoció múltiples culturas e hizo de puente entre Oriente y Occidente. Fue encarcelado poco antes de que Japón entrara en la Segunda Guerra Mundial y fue testigo de la explosión de la bomba atómica de Hiroshima; convirtió el noviciado en un improvisado hospital. En su rol de Prepósito General de la Compañía fue uno de los líderes más relevantes en la segunda mitad del siglo veinte. Siempre al servicio de los desposeídos, dio un impulso fundamental en la misión de los jesuitas al consolidar el carisma de la Compañía en el compromiso inseparable de la fe y justicia.
Gerard Manley Hopkins
Cuando este gran poeta inglés entró a la Compañía, decidió quemar gran parte de sus poesías. Pero fueron sus amigos y superiores quienes lo convencieron de seguir escribiendo. Toda la vida se sintió incomprendido en su estilo literario. Treinta años después de su muerte su obra tuvo el reconocimiento que merecía, influyendo a maestros de las letras del siglo XX como Ezra Pound, Aldous Huxley y Virginia Woolf, quienes encontraron inspiración en sus ritmos libres, su obsesión con las palabras y su amor por la frescura y profundidad de la naturaleza.
Walter Ciszek
Disfrazado como un leñador, este jesuita de la provincia de Nueva York entró a la Unión Soviética dentro de un grupo de sacerdotes que buscaban sostener a los católicos en los tiempos de las persecuciones de Stalin. Walter Ciszek fue acusado de espiar para el Vaticano y fue encerrado en una prisión de la KGB, y luego deportado a los campos de concentración siberianos. En el trabajo forzado vivió el total abandono a la voluntad de Dios, venciendo el miedo a través de la oración. Más de 20 años después, fue liberado dentro de un intercambio de prisioneros. Dedicó el resto de sus días al acompañamiento espiritual y a la enseñanza.
Nicolás Mascardi
Nacido en cuna noble, Nicolás Mascardi decidió dejar Europa y seguir el ejemplo de San Francisco Javier, saliendo al encuentro de otras culturas al extremo sur de América. Con fervoroso espíritu, Mascardi exploró el bosque y las montañas de la Patagonia; levantó misiones en los márgenes del lago Nahuel Huapi, evangelizando a los puelches y poyas. A pesar de vivir con sencillez y recursos sumamente limitados, este jesuita decía vivir en el paraíso, y se sentía más regalado que en Roma.