Cristián Viñales SJ: «En este tiempo de adviento el desafío es a ser tercos en la esperanza»
Cristián Viñales sj, coordinador de la Pastoral Vocacional de la Compañía de Jesús, ha vivido un año intenso. A mediados de este atribulado 2020 se ordenó sacerdote en una ceremonia privada, lejos de su familia y tuvo que acostumbrarse a realizar sus primeras eucaristías de manera digital. ¿Sus planificaciones para este año? Se fueron todas a la basura en marzo.
Sin embargo, aprovechando que se inició el adviento, un tiempo litúrgico que a Cristián le gusta mucho y que es sinónimo de esperanza, reconoce que de este 2020 marcado por la pandemia también han surgido aprendizajes y oportunidades que eran imprevisibles antes de la propagación del Covid-19.
A lo largo de esta entrevista profundizará en el significado del adviento e invita a los jóvenes a vivirlo de manera activa, desde la esperanza y no solo desde la espera. También compartirá con nosotros cómo han sido sus primeros meses como sacerdote y las ilusiones con las que aguarda el 2021.
El 2020 ha sido un año particularmente difícil, desafiante y desgastante, pero del cual también se pueden rescatar cosas positivas, ¿Qué aprendizajes y lecciones sacas en limpio de este año?
Está demás decir que ha sido un año muy difícil, que ha requerido concentración y resiliencia. Terminamos el 2010 haciendo planificaciones que en marzo del 2020 ya no tenían sentido y que había que botar a la basura. En marzo nos reconocimos en un momento de mucha incertidumbre, sin mucha claridad de cómo iba a ser este 2020. Todos nuestros proyectos de Ejercicios Espirituales presenciales, de viajes, se habían ido a la basura. Pero de pronto, la angustia y la incertidumbre empezaron a sacar lo mejor de cada uno. Llega un momento en que el verse abatido por este tremendo golpe empezó a sacar la creatividad, empezamos a descubrir esa capacidad de adaptarnos. Y eso hizo surgir proyectos muy interesantes como los Ejercicios Espirituales online, que al principio no sabíamos si atrevernos y finalmente durante este año participaron más de 500 jóvenes. También surgieron foros o actividades online que nos permitieron relacionarnos con jesuitas de distintas partes del mundo o llegar a jóvenes de rincones de Chile que de manera presencial hubiera sido imposible conversar con ellos, escucharlos y contarles sobre la vocación jesuita. Hoy estamos ad portas de una posible segunda ola y hay que ser cuidadosos, sobre todo porque al final del día los que sufren son los más pobres. Pero no podemos caer en la tentación de creer que el estado ideal sería volver al momento previo a la pandemia sin caer en la cuenta del sin número de aprendizajes de este tiempo. Estoy seguro que hemos comenzado a valorar lo verdaderamente importante, lo que extrañamos, las personas que queremos, nuestra familia, los amigos, el caminar libres por la calle, la naturaleza. Creo que esas son las cosas verdaderamente importantes.
¿Qué significa para ti este tiempo de adviento?
El adviento para nosotros los cristianos es sinónimo de esperanza, es el tiempo previo a la Navidad, previo a la llegada del Mesías. Este es un contexto que estamos viviendo como sociedad, como mundo, muy interesante para aproximarnos al adviento, para aproximarnos a esta navidad. En primer lugar, cómo esa incertidumbre somos capaces de transformarla en esperanza, tenemos que ser tercos en la esperanza. El pueblo de Israel, previo a la llegada del Mesías, estaba sumergido en un contexto de mucha miseria. Los romanos los tenían sometidos, había divisiones internas, era un tiempo de mucha miseria y necesidad, de mucha decadencia moral, religiosa. Y en ese contexto surgía, permanecía la esperanza del Mesías. Es decir, la esperanza no es después que pasó lo malo, la esperanza es durante ese tiempo de angustia. Y esos somos también los cristianos también cuando creemos en medio del vacío, en medio de la muerte, creemos en la resurrección. En este adviento ahí hay una clave, de qué manera nos podemos hacer tercos en la esperanza.
¿Cuál es la invitación para vivir este tiempo de adviento?
El llamado en el adviento es a ser vigilantes y yo lo miraría desde dos puntos de vista. Uno, ser vigilantes y prestar atención a las necesidades que surgen en medio de nosotros en un contexto de refundación social con el plebiscito, con crisis política, crisis de las instituciones, crisis de la iglesia. Bueno, en ese contexto presto atención para descubrir a ese Mesías y así descubrir esos signos de la presencia de Dios. Y también para llevarlo allí donde es necesario que nazca, allí donde es necesario que la presencia de Dios ilumine la vida de otras personas. Ahí hay una clave para aproximarnos como jóvenes cristianos durante este adviento a la navidad. Los jóvenes católicos, los jóvenes cristianos, de alguna manera nos hemos formado, hemos crecido –y me incluyo- en un contexto de crisis de la iglesia, en un contexto difícil para nuestra fe, en un contexto en que constantemente tenemos que estar dando cuenta de en qué creemos y por qué lo creemos. Y yo creo que hoy día más que nunca es más necesaria esa mirada esperanzada, esa mirada activa, porque hay una invitación a que no sea espera sino esperanza y la diferencia tiene que ver justamente con lo pasivo y lo activo. La espera es pasiva, estática, se queda dormida. La esperanza es activa, nos pone en relación con otros, nos invita a mirar, a poner atención, a descubrir la presencia de Dios en medio de las realidades y en eso los jóvenes tenemos una misión, los jóvenes cristianos que hemos nacido en un contexto de crisis estamos quizás más preparados para descubrir esa presencia de Dios en medio de la oscuridad.
Te ordenaste sacerdote en medio de la pandemia, ¿Cómo han sido estos primeros meses de sacerdocio?
En julio de este año me ordené sacerdote. Primero sería en abril, luego en mayo y terminó siendo a finales de julio. No pudo viajar mi familia, habíamos muy pocas personas, fue en la capilla de una casa. En los días previos que tuve el privilegio de hacer Ejercicios Espirituales, me sentía como en sintonía con la imagen de los discípulos, de los primeros cristianos en las catacumbas, realizando algo un poco oculto. Teníamos susto de lo que pudiera pensar la gente, de si seguíamos los protocolos… pensábamos que se podían enojar porque no los invitábamos… Y ha sido un año difícil en ese ámbito porque uno quiere ser cura, te has formado 10 años para eso y para mí era muy importante ser sacerdote porque ya no tiene que ver con un oficio, sino que tiene que ver con una identidad. Como que uno va creciendo durante este tiempo de formación en reconocer que es la gente, que la Compañía, que Dios mismo te va haciendo sacerdote. La ordenación no es un punto en que algo cambia de un segundo a otro por una palabra del obispo, sino que yo lo tomo como un reconocer el camino recorrido y que algo ha ido creciendo en ti. Yo esperaba inmediatamente que fuera un tiempo de bautizos, de confesiones, para poder vivir en plenitud mi sacerdocio, pero con la gracia de Dios fui entendiendo que ese sacerdocio no necesitaba de esas expresiones litúrgicas para vivirlo y desplegarlo. Evidentemente las extrañaba y las quería, pero fui encontrando otras dimensiones donde fui sintiéndome muy sacerdote. Recién ahora en este tiempo he podido desplegar más ese ámbito del ministerio sacerdotal. Las eucaristías con más gente, las confesiones, bautizos, unciones, que ha sido realmente algo bonito porque ser cura al final del día también tiene que ver con poder acompañar esos momentos fundamentales en la vida de las personas. Nacimientos, muertes, matrimonios, esos momentos fundamentales de las personas. Me siento muy agradecido de poder estar ahí, en tierra sagrada, es un privilegio.
¿Cuáles son tus grandes esperanzas para el 2021?
Así como está la tentación de mirar atrás idealizando el tiempo previo a la pandemia, también está la tentación de mirar hacia adelante y angustiarnos. Porque claro, miramos hacia adelante y pensamos cuándo llegará la vacuna, cuándo llegará la segunda ola, me enfermaré yo algún ser querido… y evidentemente que hay razones para tener esa angustia y se agudiza si agregamos elementos sociales como si irá a resultar el proceso constituyente. Todo eso nos pone en una sensación de incertidumbre, de ansiedad que al mirar el 2021 nos puede confundir y tirar para abajo. Hay que mirarlo con responsabilidad y con paciencia porque efectivamente hay muchas cosas que no sabemos cómo vienen. No sabemos cuándo llegará la segunda ola o cuándo llegará la vacuna, pero aquí vuelvo a la clave del adviento que nos puede ayudar. En el no saber podemos sentarnos a lamentarnos o podemos fundar la esperanza. Eso a mí me entusiasma. Yo he visto durante este tiempo a un montón de jóvenes en que van surgiendo preguntas vocacionales profundas. Porque enfrentarse al sentido de la vida, a la enfermedad, a la muerte, hace que uno se pregunte “bueno, ¿tiene sentido lo que estoy haciendo?” Y esa es una tremenda buena noticia, el tomarle el peso a la vida para poder gastarla y que no se nos venga encima, sino que nosotros seamos protagonistas de nuestra vida. Hemos tenido 500 jóvenes haciendo Ejercicios Espirituales online y ahora nos vamos a una tanda presencial con 20 jóvenes. Esa es una tremenda buena noticia y estoy seguro de que el 2021 va a ser un año de grandes decisiones y grandes cambios para muchas personas que se han dado cuenta de que deben refundar su vida y que han descubierto la presencia de Dios en medio de ellos.