Manifiesto de Vocación: Miguel Jesús Pedreros SJ

Tengo gustos que son etiquetados de alternativos. Puede ser algo como medio adolescente, pero soy alternativo en el sentido de que no me gusta la música tan pop, no me gustan las películas de superhéroes, tengo el pelo largo. Son tonteras que finalmente no me definen, pero que desde afuera se ven como alternativas. Ahora, tampoco es tanto, si fuera totalmente alternativo no sería jesuita.  

La música siempre ha sido mi hobbie. Estuve en una banda de rock que se llamaba Monk, que significa monje, pero el nombre en realidad era por el apellido de un jazzista que nos gustaba que se llama Thelonious Monk. Tocábamos como un rock medio setentero, componíamos canciones. Éramos 3 o 4 según la época. Después estuve un tiempo en otra banda que nunca nombre estable. Tocamos cuatro veces y las cuatro veces fue con un nombre distinto.

El Flaco Spinetta es como Dios musicalmente hablando. Me encanta el rock argentino en general. También el blues antiguo, tipo Eric Clapton. Ahora escucho harta música instrumental. Hay un jazzero joven que se llama Julian Lage que me gusta caleta. También un brasilero que toca guitarra latinoamericana docta que se llama Yamandu Costa. De chile me gusta Javier Barría, que produce a otros conocidos chilenos y tiene una onda media spinetteada, medio Radiohead. Pero finalmente escucho de todo, desde Luis Miguel hasta Dream Theater. Me encanta Marc Anthony, por ejemplo.

Yo era un desconocedor de la cultura interna del mundo ignaciano. Yo no tenía idea de lo que era la CVX, no conocía Santiago y el mundo ignaciano de Santiago es muy distinto al mundo de regiones. Cuando entré a la Compañía conocía pocos jesuitas, conocía poco las obras y conocía poco del lenguaje ignaciano más cotidiano. Muchas figuras que para la gente significaban mucho, para mí no significaban nada por un tema de ignorancia. Por ejemplo, yo caché que Felipe Berríos era jesuita seis meses antes de entrar a la Compañía. Para mí era el cura Berríos no más.

Tengo el pelo largo desde que salí del colegio. Una vez un superior en Argentina me dijo “este es tu estilo, tú eres con pelo largo”. Es una cuestión de costumbre, de comodidad. No tiene ningún sentido extraño ni tampoco una forma de rebelarme. Ahora estoy tratando de cortármelo antes de quedar pelado, pero si pudiera me lo dejaría largo.

La política me gusta desde chico. Tengo confianza en el proceso constituyente en el sentido amplio. Creo que si le dejamos todo a la Convención Constituyente nada va a cambiar. Hay un quehacer político y social que incumbe a organizaciones, barrios, grupos culturales que tienen que empezar a involucrarse y a funcionar de manera más interactiva con el poder establecido. Los movimientos sociales y culturales tienen que entrar en el juego político de manera más decisiva de la que ha existido hasta ahora y eso puede impactar la Convención Constituyente y el quehacer político del país.

Soy de una generación que prefiere el riesgo del cambio. Puede ser que esa visión también se dé porque no tengo mucho que perder, no tengo familia, hijos. Puede ser irresponsable de mi parte, pero es una cuestión más generacional. Hay cosas en las que hay que ser responsables, pero también hay que ser más radicales. Hay ciertas luchas en las que el porcentaje de tranzar debe ser menor. No digo ir al todo por el todo, pero sí estamos en buen pie para luchar por cosas que creemos justas y tenemos la responsabilidad de construir un país más justo, más fraterno e igualitario.

Estoy viendo Dr House por segunda vez. Es una serie que me encanta. También empecé I Know This Much Is True, una serie en que Mark Ruffalo actúa como dos gemelos. Es una novela rara, pero entretenida. También vi After Life, una serie sobre lo que ocurre con un hombre después de la muerte de su mujer. Es muy bonita y trata el dolor de la pérdida y el sentido de la vida cuando perdiste algo que te importa.

Memento y Amélie son dos películas que podría ver una vez a la semana. En general me gustan más las películas que las series. Vi todas las de los últimos Oscar. El otro día vi The Sound of Metal.

Los Ejercicios Espirituales me quitaron el miedo. Laprimera vez que fui tenía inquietudes vocacionales más abiertas, no estaba contento con la carrera y pensaba estudiar otra cosa. Pero en los Ejercicios perdí el miedo a asumir que ser cura era una opción más. Yo no lo tenía claro y no me gustaba mucho la idea, pero esos primeros ejercicios fueron una experiencia espiritual muy profunda, una experiencia mística que me hizo sentir que algo ocurría y que podía vislumbrar lo que Dios me decía.

El aire de normalidad de los jesuitas me ayudó a destrabar la decisión de ser cura. Yo en esa época estaba en la banda de rock, tenía polola, pelo largo, políticamente de izquierda. Entonces me cuestionaba poder encajar, porque mi estereotipo de cura era muy distinto a cómo yo me veía. Entonces conocí jesuitas que les gustaba el fútbol, que les gustaba la música, que eran profes de la universidad, que eran personas normales. Y eso me ayudó un montón para darme cuenta de había un lugar para mí, que no sería un bicho raro, que puedo ser particular, pero tenía un espacio.

Mi mamá quiso que fuera cura hasta el día que le dije que iba a ser cura. No fue fácil para mi familia Yo estaba en el último año de carrera de derecho y la congelé para irme a la Compañía. Si bien sospechaban, no estaban seguros y a mi papá le costó varios años aceptarlo bien. A mi mamá todavía le da pena que esté lejos de la casa, porque el Noviciado significó distanciarme 1500 kilómetros dentro de un mismo país. Pero con el tiempo me han ido apoyando.

Me da miedo perder la pasión. Siempre he sido apasionado, medio peleador. Y a veces la tendencia va hacia a acomodarse. Y a mí me gusta el vértigo de una causa, de una lucha, me gusta la novedad. Entonces mi gran temor es verme acomodado, sin apasionarme por nada. Porque mi pasión ha sido ser jesuita y más que ser jesuita ha sido seguir a Jesús. Puede sonar ñoño, pero mi experiencia espiritual primera fue como una seducción por la persona de Jesús. Todo lo que aparece en el Evangelio me parece provocador en el buen sentido de la palabra, propone un modo de vida en el amor y en la entrega por un proyecto colectivo que me apasiona espiritual y humanamente.

Las salidas de compañeros siempre son tristes. Ahora bien, no todas son iguales. Hay algunas más tranquilas, obvias, que consideran elementos propios del discernimiento. Pero hay otras que cuestionan el fondo más profundo de la vocación y esas salidas, además de la tristeza, despiertan preguntas. Los que nos quedamos tenemos que responder a esas preguntas y a esas tensiones porque son como una especie de alerta, un cachetazo muchas veces. Entonces es una invitación también a poner ojo a ciertas cosas.

Lo que me mueve son las causas colectivas. Durante mucho tiempo he estado interesado en el tema indígena en Chile y en Latinoamérica. Y también con el tema migrantes. Son dos grupos de la población que son súper hostilizados por la sociedad más establishment. Como que todas las cosas malas que pasan o son culpa de los mapuches o son culpa de los migrantes. Y como en todas las cosas hay una rama política que me entusiasma, una cosa como muy de piel para mí, pero también hay otros más elementos más humanos espirituales en el caso del mundo mapuche.