Manifiesto de vocación: Nemo Castelli sj
Cuando pienso en mi niñez lo primero que aparece es la casa de mi nonno en Algarrobo, llena de primos y amigos. Es una pequeña casa de madera en la ladera de un cerro que da al mar, junto a un bosque y delante de un tranque. Está entre decenas de otras casas sin rejas, donde todos se conocen. La niñez fue naturaleza, risas, sol, mar, amigos, pichangas, aprender a bucear, a andar en bote, a surfear, a cazar jaibas, a pescar. Era como un espacio de fantasía y protección para un niño en medio de la dictadura de Pinochet.
En el colegio tuve mis debuts. Mi primer cigarrillo, mi primer beso, mi primera curadera, mi primer baile apretado (risas)… mi primer triunfo y fracaso político. Estudié en un colegio donde todas las cosas humanas importaban. Estaba metido en deporte, en ciencia, participaba en una academia de matemáticas y una literaria, fui a unas olimpiadas de química, participaba de proyectos sociales y de arte. Es una etapa de full descubrimiento….
Jugué Basquetbol hasta que entré a la Universidad. Jugaba en Stadio Italiano, con un grupo de amigos muy cercanos que conservo hasta hoy. El 2017, cuando estaba construyendo viviendas en medio de la emergencia por los incendios en el sur de Chile, me tomé un descanso y me fui a Santiago a jugar una pichanga de noche con ellos. Fue el día del funeral del papá de uno… así nos acompañamos. Hay una foto por ahí en Facebook.
La naturaleza es un lugar que me conecta mucho con el silencio en Dios. Me gusta mucho subir cerros. Esto lo adquirí en la universidad. Me conecta, me hace tomar distancia, me permite mirar con el corazón. Y además me ha dado muy buenos amigos.
Yo surfeaba mucho. Cuando entré a la Compañía no vi una ola en mucho tiempo. Como a los 10 años coincidió que estuve un verano en Punta de Lobos y volví al mar. El primer día tragué agua como loco, el segundo cambié a una tabla más estable y me pude parar y correr una ola. Lo repetí el último verano estudiando en EE.UU. El mar sigue conectándome con el silencio y la inmensidad del universo. Surfear de noche es indescriptible.
Siempre hubo mucha música habitando mi casa. No soy particularmente virtuoso, pero me gusta tocar guitarra y cantar… no sólo en la ducha (risas). Me ayuda cantar para decirme lo que vivo. Y me gusta ir investigando distintos compositores. Durante el Estallidos Social del 2018 quise cachar bien la onda de los Prisioneros y Jorge González. Me impactó cómo miraba la realidad desde San Miguel, y puso palabras y música a lo que pasaba en Chile. González ha sido como la gran antena de Chile desde los 80’s.
Tengo la expectativa de que el proceso constituyente sea un valor en sí mismo. Que sea una continuación de la fuerza que emergió con el Estallido Social. Muchos vecinos se juntaron a discutir, a dialogar, aprendiendo a manifestar su opinión, y a entender que las preocupaciones sociales tienen una dimensión y un lenguaje político. Si aprendemos a escucharnos, a dialogar para acordar mínimos comunes para poder convivir de manera más humana, más justa, más fraterna, más pacífica, más sustentable… sin excluir a nadie, ya habremos empezado a escribir una Nueva Constitución.
Antes me cargaban las series. Intenté ver Game of Thrones con mi gran amigo Juan Cristóbal García Huidobro Sj, quien me decía que era increíble. Vi un par de capítulos y me dormí; la encontré leeeenta. Pero estando en pandemia sucumbí al vicio de las series y me enganché primero con La Casa de Papel. Después me pegué con Breaking Bad. Acabo de ver Patria –durísima–, y Gambito de Dama, acá en Barcelona con los compañeros jesuitas.
De cine… lo que diga de la saga El Padrino 1, 2 y 3 será poco. Las he visto mil veces. Primero con mi viejo, que le encanta. Hace poco las volví a ver con el gran maestro del cine entre los jesuitas chileno que es Dagoberto Lagos Sj, cuando coincidimos en Salamanca. La historia, las secuencias notables para contarla, la fotografía, música, etc. etc.
Salí del colegio diciéndome a mí mismo «yo soy agnóstico». Pero la bala de cañón que lo cambió todo llegó cuando trabajaba en el grupo que empezó lo que hoy es “Techo”. Un día, una amiga dirigente del campamento Las Torres de Quilicura me pidió que la acompañara al hospital. Ella tenía sida y sentía que no la pescaban. Pero cuando fue conmigo la atendieron. Me acuerdo que me fui caminando a mi casa con mucha rabia, sabiendo que si iba sola hubiera pasado lo mismo que las 20 veces antes en que le daban puros placebos. Ahí se me clavó la pregunta por la justicia y por la causa que daría sentido a mi vida..
Una polola me dijo “anda a Ejercicios Espirituales”. Imagino que no calculó lo que eso iba a significar para mí. Me ayudó a juntar compromiso social con la fe en el Dios de la vida. Me acuerdo que en el último bloque de oración estaba rezando bajo un árbol. Y por primera vez me pregunté “y si yo hiciera lo que hacen los jesuitas…” y dije, “ni cagando, a mí me gustan las mujeres, me gusta mi polola, me quiero casar, tener hijos”. Pero como las olas del mar la pregunta venía una y otra vez… hasta que entré a la Compañía.
A mis viejos les costó mucho mi decisión de entrar a los Jesuitas. Mi mamá lloraba. Mi papá, con quien no me llevaba, me dejó de hablar durante un tiempo. Ahí mi hermana Valentina, que viene después de mí, fue muy noble porque los contuvo mucho aunque a mí no me compraba. Hoy, la relación con mi viejo es muy cercana y profunda. Después que hice el mes de Ejercicios fue a verme solo al Noviciado y poco a poco, al verme contento y firme, empezó a aprender lo que significaba ser papá de un hijo jesuita. Sé que cuento con él a fondo, sin condiciones… apoya, sostiene, confronta. Es una relación muy bonita.
¿Miedos? El fundamental es que los cristianos y en particular los jesuitas no redescubramos cómo compartir esa fuerza misteriosa que nos mueve desde dentro y que sostiene la historia del universo… y que identificamos con Dios.
Fui criado entre leonas. Tengo puras hermanas, casi sólo primas, muchas tías, una abuela de carácter, buenas amigas. De chico me decían que tenía muy desarrollado mi lado femenino. Como no cachaba nada, me daba vergüenza y me hacía el machito. Hoy es un regalo. Tal vez de ahí me viene una vinculación especial con el tema de la violencia contra la mujer. Espero poder aportar con ellas a construir una sociedad donde hombres y mujeres convivamos como iguales. En particular, me con_mueve la realidad de la mujer marginada por ser mujer, por ser migrante, o de color, o lesbiana o empobrecida.
En los mundiales de fútbol tengo dos amores. Mi familia paterna viene de Italia. No es que yo sea bachicha. Soy de segunda generación, en el sentido de que mi nonno y mi viejo lo han cultivado mucho más. Pero estoy al tanto de las noticias de allá, me toca votar en las elecciones por correo, muevo las manos cuando hablo sin darme cuenta (risas), soy apasionado como ellos. Pero igual yo soy más chileno, más latinoamericano. Cuando jugaron Chile e Italia en el mundial del 98’ que empatamos a 2 por culpa del árbitro Bouchardeau (¡la Señora Fifa!), quedé muy picado. Eso sí, el 2006 cuando Italia fue campeón me sentí campeón mundial (risas). También me acuerdo del mundial de España 82’ viendo la final con mi nonno, cuando Paolo Rossi la rompía en el segundo tiempo contra Alemania Federal y nosotros abrazados. Yo tenía 6 años.