“Mi experiencia espiritual del voto de pobreza”, por Pablo Walker SJ

«Me da pudor este tema. Me da rubor por los que sí saben qué es la pobreza y la sufren sin opción; por los que habitualmente no terminan el mes y la llevan dentro, no como un tema del computador, sino bajo la piel, como una herida, como un estigma, como una sentencia.  Algunos compañeros jesuitas, y muchos laicos y laicas, sí conocen esa historia en carne propia.

La mía es muy distinta. Leí el Evangelio al comenzar la universidad y me dio la locura. Sentí que Jesús me contagiaba la maña irresponsable de elegir la pobreza voluntaria para hacer que su reino de justicia estuviera más cerca. El anhelo de poner en práctica su evangelio lo experimenté como una pasión por seguir a Jesús en una tierra cruel y al mismo tiempo sedienta de ternura. Los primeros deseos de ser jesuita estuvieron vinculados al Evangelio de Mateo 6, 25…”no se inquieten pensando qué van a comer o vestir…mi padre los alimenta”. Deseaba recibir algo de esa misma libertad de Jesús; su libertad para anunciar y denunciar con la confianza en que Dios siempre ayuda; su libertad para sentarse a la mesa con cualquiera sin traicionar el grito de quienes nunca invitan. La pobreza elegida, buscada junto a otros compañeros, nos seguiría dejando siempre en ese desgarro: no era una opción ideológica, pero estaba llena de ambigüedades; era incierta en sus frutos, pero la volveríamos a buscar una y otra vez. Era la opción del Señor para manifestar su gracia y transformar un mundo herido.

Creo que sigue habiendo en este deseo una cierta mística. Siendo novicios aprendimos a pedirla en los Ejercicios Espirituales: un regalo de identificación con Cristo. Estar con Jesús, vivir lo que Él vivió, contagiarse de su impotencia y de su victoria, anunciar y denunciar lo que estuvo en sus entrañas y en su garganta. Siendo un asunto de enamoramiento, no tiene otra explicación que el amor y otro destinatario que su pueblo. Siendo un asunto práctico se irá acreditando en sus efectos. Quizá cuando falte el agua se nos regalará el estar con Cristo contemporáneo gritando “tengo sed”, y el aprender.

Puede ser que a alguien no le bastara la razón simple de estar con Cristo. Pudiera ser que en la búsqueda de la pobreza voluntaria por el reino eche de menos también un intento de lucidez, quizá la intuición de que desde los últimos lugares de la fila se ve lo que no se advierte desde la torre de control. No lo sé. Quizá haya también una mínima razón de solidaridad creíble. “El mundo está cansado de palabras” como decía el P Hurtado.

Ya imaginarán el mucho camino que nos queda por recorrer. Cuando hacemos los votos pedimos que el Señor lleve a cabo lo que él inició como un deseo.  Hoy lo pedimos de rodillas. Nuestra vida religiosa puede ser muy segura a punta de contactos y regalos. O puede ser un caminar con su pueblo. Un caminar juntos, o sinodal, decimos en estos tiempos. En ese camino estamos a la siga del maestro».

Por Pablo Walker SJ