Pablo Barrios nSJ: «Descubrí que Jesús me llama a seguirlo en esta Iglesia herida»

Cuando Pablo Barrios tenía 28 años y pasaba sus días trabajando en el campo argentino jamás hubiera pensado que una década después estaría dando esta entrevista, que tendría un logo de «Jesuitas» en el pecho y que estaría viviendo en Chile. Pero algo pasó. «Hubo un llamado», dice hoy.

Actualmente está iniciando su segundo año en el Noviciado, donde supera con holgura en edad a sus compañeros Diego Salinas y Felipe Vicuña. Su vocación, cuenta, la descubrió tarde, pero hoy la vive con más intensidad que nunca.

Con esa realidad sobre la espalda nos recibe para conversar sobre su primer año dentro de la Compañía de Jesús, abordando los costos de haber dejado su país y también relatando el impacto que le produjo llegar a un país que vive un escenario eclesial muy difícil.

Tras un año en el Noviciado, ¿qué ha sido lo más importante de esta etapa?

El Noviciado es una etapa muy fuerte e importante de nuestra formación, es un régimen que nos va adaptando a lo que vamos a vivir como jesuitas. Para mí lo principal ha sido la experiencia apostólica. Lo que a uno lo hace buen sacerdote es el contacto con la gente, el contacto con el mundo, con la pobreza. También ha sido muy lindo poder conocer la Compañía a través de la formación. Aquí hay un modo de vivir distinto.

¿Cómo y en qué momento nació tu vocación por ser jesuita?

Mi experiencia de vocación surge de grande, a los 29 años. Hasta ese momento llevaba una vida que uno podría catalogar como “normal”. Estudiaba, trabajaba en el campo. Hasta entonces no había nada que indique esta vocación. A los 29 sentí este como “llamado”, esto que Dios me empieza a pedir que lo siga. Cuando empecé a discernir esto de la vocación conocí a un jesuita. Yo no sabía nada de la Compañía y cuando llegué a nuestro primer encuentro vi que estaba trabajando, que estaba cargando tierra, con una pala, en el camión. Ese mismo cura que confesaba, que daba misa, que acompañaba espiritualmente estaba trabajando y yo me sentí llamado a eso. Sentí una paz muy profunda al verlo. Poco a poco he ido confirmando esta vocación en la experiencia del Noviciado. Ha sido una tremenda experiencia de confirmación.

Tuviste que venir a Chile para realizar esta etapa, ¿fue muy difícil dejar Argentina?

Cuando uno entra al Noviciado deja todo, la familia, los amigos, el trabajo. Lo que más me ha costado es dejar mi país, vivir otra cultura, con otra gente. Yo cuando me planteé la vocación ya me habían dicho que era probable que lo hiciera en otro país, que podría ser Paraguay o Chile. Mi oración era “señor, donde vos quieras”, pero me puse contento cuando me dijeron que sería Chile, incluso sin conocer mucho del país. No sabía, por ejemplo, el contexto eclesiástico que había en Chile. Eso fue fuerte.

¿Por qué el mundo sigue necesitando jesuitas?

Una característica del jesuita es el tema de la misión, que el jesuita tiene una formación que lo capacita para ir a las fronteras, ahí donde otros no llegan, para transmitir la experiencia de Dios. El mundo necesita de esa experiencia, de ese Dios que habla en nuestra vida todos los días, del ser contemplativos en la acción. Ese es un gran aporte que hacen los jesuitas. Como deseo, me gustaría ser jesuita por esto, por tener los ojos siempre puestos en Jesús, pero las manos y el corazón metidos en la misión. Eso es lo que quiero vivir, lo que sueño como jesuita.

¿Cómo te afectó llegar a un país que vive una situación eclesial tan compleja?

Es algo que me desafió. Conocer la situación eclesial a mí me cuestionó, pero no me afectó en cuanto a la vocación. Sentí que era como una invitación de Dios a una entrega más generosa en mi vida. Dios llama y da la fuerza para trabajar en este contexto en que hay tanto por hacer. Entonces desde mi sencillez, mi humildad y desde la experiencia de vida que ya tengo a mis años puedo transmitir eso. Aquí en el Noviciado vamos a la cárcel los sábados por la mañana. La segunda vez que fui un recluso me dijo “¿vos querés ser cura con lo que está pasando en la Iglesia? Eso me hizo cuestionarme fuerte. Luego, pensando más profundamente, descubrí que en definitiva Jesús me llama a seguirlo en esta Iglesia herida, en esta Iglesia que no necesita que nos apartemos de ella, sino que necesita que pongamos nuestras manos y empecemos a construir una Iglesia nueva.