Pablo Walker SJ: «La vida religiosa es un sueño desproporcionado donde cabe la necesaria ayuda de Dios»
Rodeado de pinturas, Pablo Walker SJ nos recibe en su oficina en la Universidad Alberto Hurtado y con un par de bromas genera la confianza necesaria para empezar con la entrevista
Con una calma inquebrantable, que por momentos se confunde con cansancio, este jesuita que lleva más de 30 años al interior de la Compañía de Jesús responde cada una de las preguntas de esta entrevista.
Asegura que cuando ingresó a la Compañía lo único que le exigieron era que entrara con las marionetas de hilo que hacía en esa época. Y que de ahí en más siempre lo alentaron a desarrollar su faceta artística. Asume, también, que en la actualidad hay muchos más aspectos a mejorar que hace 25 años. El ego, por ejemplo, es uno de ellos.
A lo largo de esta conversación, Pablo nos permitirá conocer como sus dos grandes pasiones, la vida religiosa y el arte, han ido escribiendo una sola historia.
¿Tú sentías que la Compañía te aceptaba tal cual eras?
Cuando ingresé yo sentía que la Compañía me aceptaba tal cual. Eso sí, uno de los examinadores me puso un requisito. “Entras con las marionetas o no entras”, me dijo. Yo en ese tiempo hacía marionetas de hilo. Y bueno, con eso yo sentía que me decían que me aceptaban con mis locuras, con mis fantasmas, con mi creatividad artísticas, con mis disfuncionalidades.
¿Y entraste con las marionetas?
Hice marionetas en el Noviciado, después aparecieron otros intereses, pero en el mismo sentido. La misma Compañía me empujaba a hacer ilustraciones, mi acompañante espiritual me preguntaba por el arte, si era solo una herramienta apostólica o si era una vocación dentro de la vocación. Y eso fue un largo parto. Supuso terapia, sus crisis… no vocacionales, pero sí sinceramientos personales.
¿Cómo se vive la tensión de seguir a Jesús asumiendo que es imposible ser como Él?
Nunca me planteé la vocación en términos de ser otro Jesús, pero lo que sí pasa hasta el día de hoy, es que hay un anhelo muy grande de que me suceda lo que le sucedió a Jesús, que es distinto. Tengo las rodillas peladas de tantos tropiezos que me sigo dando hasta el día de hoy. Pero también van pasando situaciones más o menos parecidas. No es que uno vaya a morir crucificado, pero sí hay aprendizajes, despojos, ajustar la brújula, maneras distintas de enfrentar mi autoestima, mi éxito. Hay maneras distintas de sincerar mi relación con Dios, salir de ciertos registros de comodidad o de cobardía frente a cosas como el estallido social. Entonces sí, se va calibrando la brújula cristológicamente, pero no es que uno trate de ser como Jesús, sino que a uno le va sucediendo esa relación con Dios y con su pueblo.
¿Qué le dirías a un joven que tiene esa tensión de sentir que tiene que ser una copia de Jesús?
Le diría que los sueños son puestos por Dios, que no los ningunee. Y siempre esos sueños que nos quedan grandes. Imagínate el sueño de una pareja enamorada cuando se casa. Están prometiendo algo irresponsable, se pasan cuatro pueblos, eso de estar ahí en las buenas y en las malas. Pero ese anhelo está puesto por Dios, lo que pasa es que es un anhelo que te queda grande, que tú adhieres a él por generosidad, también un poco por narcisismo o deseo de felicidad, pero a partir de ese sueño que te queda grande tú cuentas con la ayuda de Dios. Y la vida religiosa es eso, es un sueño desproporcionado donde cabe la necesaria ayuda de Dios.
¿Qué aspectos de tu vida crees que puedes mejorar?
Tengo muchísimos más aspectos a mejorar ahora que los que tenía hace 25 años. Por ejemplo, calibrar las ambiciones, las expectativas. Hay imágenes de mí mismo que no necesariamente suponen más amor a los demás, ni más servicio, ni más ternura, ni más empatía, ni más disponibilidad. Son rollos de uno, son imágenes que yo mismo me he hecho que no tienen nada que ver con el Evangelio. Hay mucha deconstrucción que hacer y también pasa lo mismo como comunidad, como cuerpo de la Compañía de Jesús. Hay auto-imágenes que no necesariamente son como presencia de Jesús vivo hoy día, sino que tiene que ver con nuestras propias expectativas o idealizaciones. Hay deconstrucciones que tenemos que vivir comunitariamente.
¿Crees que la Compañía permite desplegar tus talentos?
Sí, no tengo la menor duda. La Compañía sigue fiel al carisma de Ignacio. Te plantea el desafío de liberar tu libertad para que esa “segunda vocación” pueda ser el arte, la física, la medicina, y que no sea como una fortaleza tuya o un reducto donde tú te mantienes a salvo para sentirte que eres alguien, sino que es decir “mira, no necesitas demostrar nada a nadie, no necesitas inventarte ningún personaje ni ponerte ningún disfraz, no necesitas defender esa segunda vocación”. Y cuando se esa pega, para lo cual los Ejercicios Espirituales son vitales, las vocaciones segundas aparecen como instrumentos preciosos y súper necesarios para una misión común que es manifestar la presencia de Dios vivo hoy día. Y eso para por la física, por la cultura, por la sociología, por la psicología, por el arte. Pero pasa por ser una especie de saber consagrado por una libertad de no vivir del apego, del querer hacer carrera, de ser famoso.
¿Qué lugar ocupa el arte en tu vida?
Yo soy bien volátil y me he bajado del pony varias veces con respecto al arte. He ido evangelizando mis expectativas. No tengo idea de si algún día tendrá algún fruto, quizás lo tenga después de que muera o quizás no lo tenga nunca. Pero para mí no tiene tanta importancia el impacto que tenga el arte, sí lo tiene el hacer arte y el estudiarlo.
¿Cómo has vinculado el arte y tu vida religiosa? ¿Son caminos paralelos o se complementan?
La sinceridad es importante en esto. Me ha ayudado el acompañamiento espiritual de distintos compañeros que me han ayudado a “descifrar la quemadura”, como decía Neruda. Yo a muchas personas les he preguntado “¿tú crees que soy artista?” Así de gil y nerd. Y es que para mí era importante asegurarme de que esto no era un disfraz o un intento de ser alguien, de ubicar un lugar en la Compañía. Porque un dolor que nos chupa harta sangre a hartos jesuitas es esta pregunta por el lugar que ocupamos. Si soy el intelectual, el apostólico, el santo, el político o el que tiene llegada pastoral. Entonces para liberarme de esos disfraces me ayudó mucho conversar con mucha gente. Hubo oración para salir de ciertos apegos, de esas imágenes de decir “voy a ser un gran pintor”. Y también en el sentido inverso, porque cuando estando en Francia y pedí estudiar arte, surgían miedos. En el fondo, si voy a ser artista significa que me voy a enamorar de la modelo… entonces había que vencer esos miedos, esos reproches internos y también el miedo al qué dirán, a pasar por loco. Hay un camino de liberación interior que es seguir a Jesús en el camino que vivió Ignacio
¿Había miedo al ego?
Sí, totalmente. Y lo que es más potente es que en los últimos años me ha aparecido muchísima más conciencia de los chantajes de mi ego que antes. Al principio yo era más ingenuo, pero después uno va haciendo click.
¿A qué te refieres con “los chantajes de mi ego”?
A la envidia, por ejemplo, que es un chantaje del ego. El compararte, el decirte y tú qué has hecho… ah pero esa persona ha hecho tal cosa. Me pasa todo el rato, soy un compadre envidioso, no tengas la menor duda.