Tomás García-Huidobro SJ: «No tuve miedo de irme a Rusia porque vi que era la voluntad de Dios»
La historia de Tomás García-Huidobro sj se cuenta con el pasaporte en la mano. En plena etapa de formación, pocos años después de entrar a la Compañía, su vida dio un vuelco que lo llevó a desplegar gran parte de su vida religiosa en Rusia.
Aprovechamos que Tomás estuvo de visita en nuestro país para conversar con él sobre su historia en la Compañía de Jesús, una historia que estado particularmente vinculada con el mundo académico y que hoy lo tiene viviendo en Roma, donde realiza diversos seminarios en la Universidad Gregoriana y en el Instituto Pontificio Oriental.
Disfrutó mucho su paso por Chile, donde cree que el despliegue de su sacerdocio hubiera sido muy distinto al que ha experimentado en Rusia o en Roma, lugares en que no ha podido vincular lo académico con el lado más sacramental de la vocación jesuita.
En esta entrevista, Tomás hablará sobre la soledad, sobre lo que agradece y lo que más le cuesta de pertenecer a la Compañía y también sobre los vínculos con la provincia chilena.
¿Cómo un jesuita chileno llega a vivir a Rusia?
Bueno, en mi caso pasó que cuando estaba terminando la filosofía yo escribí una carta al padre general Peter-Hans Kolvenbach diciéndole que yo era un jesuita chileno que estaba a punto de irme al magisterio y que estaba disponible a que me mandase a cualquier lugar. La verdad es que era una carta un poco de devoción, pero después de tres semanas me llegó la respuesta diciendo que me necesitaban en Rusia. Resulta que se tomó en serio la carta y me terminé yendo a Rusia.
¿Cuál fue tu reacción al leer “Rusia” en esa carta de respuesta?
Me acuerdo que cuando recibí la carta y vi que era de Roma y todo el cuento, me fui a la capilla para abrirla y leerla. Y cuando leí “Rusia” la verdad es que no sentí susto, fue más bien como “qué onda”, como un “churra”… pero era así no más. Porque si bien la carta que yo envié era devocional, para mí significaba mucho, era algo muy importante y muy discernido. Yo vi que detrás de mi partida a Rusia estaba la voluntad de Dios.
¿Cómo fue el aterrizaje en Rusia? ¿Cómo te adaptaste?
Cuando aterricé en Rusia me estaba esperando Sebastián Cote Prieto, que también estaba allá. Somos muy amigos y pasé la primera semana con él. Fue una semana estupenda con él, pero se tenía que ir a Roma. Y cuando se fue de Moscú me acuerdo de haber vivido un pánico salvaje. La entrada fue lenta, me costó mucho al principio el idioma y también la diferencia cultural. Yo vivía con puros polacos en la casa y me costó entenderlos, comunicarme con ellos. Pero después de unos ocho meses, ya cuando el idioma se fue dando, recuerdo que hice un primer viaje a Siberia donde empecé a abrir la ventana a la cultura rusa. Me empecé a adaptar. En esa época yo le pedí dos cosas a Dios, que me diese amigos rusos y que me diese el idioma. Y poco a poco fue dándolo.
¿Cómo ha enriquecido tu fe el contacto con la religión ortodoxa?
Ha sido un proceso. Al principio hubo mucha idealización, estaba muy asombrado por la belleza en la liturgia, por la profundidad de la espiritualidad ortodoxa, por su historia. Después los fui conociendo más, sobre todo porque una parte importante de mi trabajo era tratar de hacer vínculos con la parte más intelectual de la iglesia ortodoxa. Y ahí pasé a una segunda etapa que es la decepción, de pensar “cómo son tan cabezas duras, tan cerrados de mente”. Y al final, no sé si se llega a un equilibrio entre ambas percepciones.
Hace unos meses conversamos con Cote Prieto y él nos decía que en Rusia la Compañía está más inserta en el mundo católico que en Chile, que acá los jesuitas van por un carril más independiente, ¿estás de acuerdo?
Sí, estoy de acuerdo porque yo lo sentí. Es que somos minoría, entonces cuando eres minoría qué importan las diferencias entre un cura de derecha y uno de izquierda, entre cura progre y uno conservador, esas categorías caen porque somos tan poquitos y la vida es tan dura para todos que al final tiendes a unirte con todos.
¿Crees que el despliegue del sacerdocio en Rusia es muy distinto a cómo hubiera sido en Chile?
Sí, sin ninguna duda. Fíjate que este tiempo que pasé en Chile ha sido muy bonito porque he hecho mucho sacramento, he estado con familias en tiempos significativos, en muertes de parientes o personas amigas. Eso afuera no lo tienes, afuera despliegas el sacerdocio de otra manera. En Moscú y en Roma se ha centrado en la vida académica, no hay un despliegue sacerdotal como acá en que prevalece el acompañamiento, los Ejercicios Espirituales, los sacramentos… eso allá no existe.
Partiste en Chile, pasaste por Estados Unidos, España, viviste en Rusia y ahora estás radicado en Roma. ¿Sientes que Dios te va moviendo?
Yo creo que sí, pero no lo siento como algo tan explícito de decir “oh, Dios me está moviendo”. De repente hay circunstancias, se abre una necesidad en tal parte y justo tú te desocupaste y puedes asumirla. Dios me va moviendo, pero de un modo encarnado. Y más allá del lugar en que esté trabajando, yo siento que Dios me va moviendo en las cosas que voy experimentando internamente, en lo que voy sintiendo, en las cosas a las que trato de darle sentido.
¿Cómo se cuidan los vínculos con tantos traslados?
Yo vivo los vínculos de una manera en que cuando uno quiere a una persona ese vínculo ya está. No tengo eso de que “oh, se me va olvidar tal persona”. Yo me veo con una persona después de 10 años y siento que nos vimos ayer, entonces no tengo ese tema como de cuidar los vínculos. Los vínculos son un regalo, un don que Dios te dio y esa persona quedó en tu vida.
¿Has tenido que lidiar en algún momento con la soledad?
En todos los momentos yo diría (risas). Los seres humanos estamos hechos para crear vínculos en intimidad, para relaciones afectivas fuertes y en la soledad hay dos vertientes. Primero, hay un costo de nuestra vida, de nuestro estilo de vida y no hay que negarlo. Pero Dios también me ha ido mostrando el rostro más profundo de la soledad, sin estigmatizarla. Y tiene que ver con el espacio para encontrar a Dios, con el silencio, con estar en el momento, con el don de la lectura., con el don de escribir. La soledad tiene las dos cosas, no hay negar nunca el costo tremendo que tiene porque el ser humano está hecho para relaciones íntimas y nosotros tenemos otro tipo de relaciones que tienen que ver más con la amistad.
¿Cómo describirías tu relación con Dios?
Es tan diversa. Porque no hay solo un aspecto en juego, son muchos. Mi vocación más profunda siempre es la vida académica, escribir, investigar y enseñar. Y ahí es donde yo más descubro a Dios, en todo ese proceso. En las escrituras, en la reflexión, en toda esa emoción que uno siente cuando uno descubre una nueva beta y vamos por ahí, veamos qué dice este texto… para mí en todo ese proceso Dios está muy presente. En el silencio yo lo descubro a Dios también, en el momento presente yo lo descubro, en estar atento, en el tratar de estar atento también lo descubro. Para mí Dios se juega en el misterio, se juega en la cercanía, son tantos los aspectos tan diversos.
¿Tú has podido mantener el vínculo con la Provincia Chilena?
Sí. Yo me fui para el magisterio, no estuve mucho aquí en Chile. Pero yo siento un cariño enorme por la provincia chilena, un cariño muy grande a los jesuitas concretos. Porque son ellos los que finalmente te contienen, los que están ahí para ayudarte, son personas de carne y hueso, que se equivocan igual que uno, pero que tratan de dar lo posible dentro de sus limitaciones.
¿Qué es lo que más agradeces de ser jesuita?
Agradezco muchísimas cosas. Para mí el ser jesuita es como un don y agradezco la confianza de la Compañía en uno. La Compañía te da libertad, confía en tu individualidad, te da todas las herramientas para desarrollarte y desarrollarla. Y en eso aparece el servicio a Dios, el encuentro con Dios. También agradezco la amistad. Por ejemplo, la amistad de Cote Prieto. Lo encuentro la raja y su amistad es un regalo de Dios, es algo que agradezco, porque me ha hecho la vida más fácil.
¿Y qué ha sido lo más difícil?
Yo creo que lo que me cuesta de la Compañía son las cosas que pueden costar en cualquier tipo de grupo humano. A veces no somos suficientemente libres, a veces somos un poquito ideologizados en uno u otro aspecto. Nos cuesta soltarnos de algunas ataduras. Pero eso finalmente es parte de la condición humana.
¿Cómo cuidas tu vocación?
A mí lo que más me ayuda en los momentos de crisis, en esos momentos más de depre, es salir para afuera y juntarme con amigos jesuitas. La amistad, el salir, esa es mi dinámica. Hago un esfuerzo consciente de salir a encontrar a la comunidad, de poder rezar más, de hacer lo contrario a este movimiento natural que uno sufre. Pero también decir que lo más importante no son los momentos de pena, de alegría, de consolación o de desolación, porque la vida nos dará de unos y de otros. Lo definitivo es hacia dónde nos encaminamos.
¿Cómo vinculas tu trabajo académico con el lado más sacramental de la vocación?
Se vincula poco y eso es bien triste. Mi vida sacerdotal no la he vivido sacramentalmente en porque en Rusia no era lo más fuerte. Tenías la misa los domingos, te quedabas a confesar y eso era todo. A lo más un bautismo al semestre. En Italia me ha pasado lo mismo porque está lleno de curas que hablan mucho mejor el italiano que yo, entonces mi servicio sacerdotal o mi vida sacerdotal ha sido sobre todo a través del trabajo académico, desde ahí he hecho mi servicio a la Iglesia.
¿Sientes que ha cambiado mucho la realidad de la Iglesia Católica en Chile desde que partiste a Rusia?
Una diferencia total. Se ha pasado de una Iglesia que era, por ejemplo, una interlocutora, una mediadora en los problemas. La Iglesia tuvo un rol muy importante para salir de la dictadura, un rol predominante y en la crisis actual en Chile la Iglesia no juega ningún rol. Ese cambio lo he sentido muy fuerte.
¿Qué le dirías a un joven que siente inquietud por la vocación religiosa, pero que al mismo tiempo tiene algunos temores que lo atan?
Hay dos cosas. Primero tener un fuerte sentido del realismo, es decir, que este es un grupo humano, que aquí no vamos a estar ausentes de momentos difícil, así como también habrá momentos lindos y de sentido. Realismo de lo que significará para tu familia, para ti, que hay un proceso, que hay que esperar. Pero eso hay que combinarlo con la ilusión, que es una ilusión que va cambiando a lo largo del tiempo, que no termina. Esa sensación de estar siempre esperando algo. Es la mezcla entre realismo esperanza, realismo e ilusión.