«Vida compartida en tiempos de pandemia», Testimonio vocacional de Juan Pablo Moyano SJ desde Concepción
Para cualquiera trasladarse a hacia nuevos espacios, personas, servicios y trabajos es siempre desafiante. Haberlo vivido en tiempos de pandemia lo es aún más.
El año 2019, a medida que se instalaba en mí una actitud de discernimiento acerca de lo vivido los últimos años en Santiago, en el San Ignacio El Bosque y en mis primeros años como sacerdote, fui escuchando en mi interior la invitación del Señor de cambiar de lugar, de moverme fuera de espacios ya conocidos y de servir en lugares y comunidades distintas para mí. Así llegó el envío del provincial de trasladarme a Concepción a inicios del año pasado, sirviendo como Capellán en el Colegio San Ignacio y acompañando la Red Apostólica Ignaciana del Biobio.
Pese a lo tremenda que ha sido la pandemia y todos sus efectos sanitarios y sociales en Concepción, hemos podido como colaboradores en la misión (laicos, laicas y jesuitas) continuar sirviendo desde las diferentes obras y lugares en que estamos. Es cierto que la pandemia vino a mostrarnos con mayor crudeza la realidad que vivimos en Chile, pero también ha renovado los deseos de poner en práctica esos sueños y compromisos que se oyeron durante el estallido social: una sociedad más igualitaria, donde no perdieran siempre los mismos, construida por todos y para todos.
En medio de este contexto he vivido este año. Los sentimientos y las vivencias las puedo resumir en tres claves: Colaboración, Vocación, y Sueños compartidos.
Creo que para todos en este año pandémico la colaboración ha tomado mucha importancia. Hemos tenido que aprender y desaprender juntos. En el colegio San Ignacio, tal como en todos los colegios en Chile, hemos tenido que trabajar más y más juntos, ayudándonos, animándonos y creando. Y así movernos hacia nuevas formas de educar y acompañar a estudiantes y familias. Sin espíritu de equipo y colaboración todo eso no sería posible. La colaboración también ha sido clave para nuestra vida comunitaria como comunidad jesuita, en lo cotidiano y en lo apostólico. Pienso que han nacido entre nosotros los jesuitas nuevas formas de acompañarnos, ayudarnos, convivir. También en la RAI Biobio hemos renovado los esfuerzos para construir red, sabiendo que mientras más nos enredamos podemos hacer un bien más universal y evangélico sobretodo en tiempos de tanta necesidad.
Mi propia vocación sacerdotal ha sido remecida durante este último año (o bien, desde hace varios años ya debido a la crisis eclesial en que estamos). La pandemia ha hecho que algo de lo que más valoro y aprecio del modo de vida que Dios me ha invitado a vivir como jesuita y sacerdote haya aparecido aún con más fuerza en mis mociones y deseos. Es cierto que como Iglesia y comunidades hemos trasladado a la virtualidad mucho de lo sacramental y espiritual, y que así nos ha tocado seguir acompañando, escuchando y animando en situaciones de alegrías y tristezas de personas y familias. Pero al tener que hacerlo de esa manera, a la distancia y de a poco, he confirmado una vez más la alegría profunda que me produce una vocación que me regala gratuitamente la posibilidad de acercarme a lo sagrado e íntimo de cada vida humana. Pasar tiempo en una conversación profunda, celebrar con otros la fe común, acercarse a la intimidad de una familia que llora o ríe, compartir la mesa y la sobremesa, asomarse a la intimidad de la fe, todo eso y más lo espero hoy con nostalgia y lo atesoro aún más como un núcleo fundamental de mi llamado.
Y por último ha sido éste un tiempo de compartir sueños. En el colegio San Ignacio de Concepción hemos iniciado con mayor fuerza un camino que nos llevará a ser un colegio gratuito y sin exclusión para todo el que quiera acercarse a la formación ignaciana. Este sueño ha sido parte importante de mi año en Concepción y lo he compartido y comenzado a construir junto con directivos, profesores, familias, estudiantes y jesuitas. Este es un ejemplo de los muchos sueños que tenemos los que vivimos en esta tierra chilena y los que formamos ésta Iglesia nuestra. Deseos que son mociones del Espíritu pues nacen del corazón y nos acercan a la forma de convivir del Reino de Dios. Sueños de una constitución construida de verdad por todos, de vida mejor con más participación y sin exclusión, de cuidado de la dignidad de cada uno, de que todos nos sintamos en casa en nuestra comunidad eclesial. En este tiempo en Biobio la pandemia, el encierro y la distancia social no nos ha dejado instalados. Dios ha seguido animando y abriéndonos a soñar y explorar esas nuevas formas de seguir amando y sirviendo.