Ignacio Puiggari SJ: «Dudar en una dosis sana ha sido importante en mi vocación»

Mientras cursaba la carrera de Filosofía en una universidad bonaerense, Ignacio Puiggari SJ se iba convenciendo de que tenía que casarse. Siempre se lo plantearon así, nunca le dieron margen para pensar en otro futuro que no fuera formar familia.

Sin embargo, apareció algo que le permitió plantearse otras perspectivas para su vida: la duda. “Gracias a que dudé pude descubrir la voz de Dios”, dice desde los pastos del campus San Joaquín de la Universidad Católica, donde está desarrollando sus estudios de Teología.

Hoy, como miembro de la Compañía de Jesús, acoge la duda desde otro lugar, asumiendo es un espacio del que brotan las preguntas más fundamentales.

– ¿Cómo has convivido con la duda en tu paso por la Compañía?

La duda ha sido siempre un elemento fundamental de mi vocación porque te permite preguntarte por el verdadero sentido de las decisiones. En mi caso fue fundamental para preguntarme el rumbo de mi decisión a ser religioso. Gracias a que dudé de que no debía tomar otras opciones pude abrirme espacio para tomar otras perspectivas, para rezar e intentar descubrir la voz de Dios. Gracias a eso es que tuve decisiones acertadas.

– Y después de tomar esa decisión, ¿siguieron existiendo dudas?

Es que la duda sigue muy presente a lo largo de toda la vocación. No podría renunciar a ese espacio de pregunta si en verdad quiero tomar decisiones que sean acorde al llamado de Dios. Además, va de la mano con el examen ignaciano, con esa espiritualidad que implica examinar y buscar otras perspectivas, escuchar con profundidad. En ese sentido creo que dudar en una dosis sana ha sido importante en mi vocación.

– ¿Cuáles fueron las dudas que viviste antes de decidir entrar a la compañía?

Yo estaba convencido de que tenía que casarme, entonces mi primera duda fue plantearme si ese era mi destino. Cuando uno se mueve en una cultura y en una familia donde todos tienen ese proyecto de tener pareja, de formar familia, uno casi vive naturalmente y nunca pone en el espacio de posibilidades la pregunta por el sacerdocio, por una vida religiosa. Es una pregunta que aparece de sorpresa, no que la cultura te favorezca plantearte. Para mí fue sobre todo eso, poner en duda si mi destino era formar una familia.

– ¿Cómo se debe confrontar la duda?

Hay que recibirla, dejar que despliegue su potencialidad. En la duda hay preguntas que están ligadas a necesidades fundamentales. A dónde va mi vida, esto estará bien o mal, siempre el espacio de duda apunta a dejar de manifiesto necesidades que hay que valorar. En ese sentido, es un espacio privilegiado de escucha y para desplegarla a mí me ayudó mucho hacer Ejercicios Espirituales como laico. Es un espacio de silencio que te permite escuchar, que te permite plantear sinceramente todas las preguntas que haya de cara a Dios. También hay otros espacios, espacios de amistad o conversación donde lo que aparece en esas dudas puede relevarse.

– ¿Acrecienta las dudas la situación actual que vive la Iglesia?

Yo creo que el espacio de duda que se ha formado en torno a la credibilidad, a las autoridades, a la legitimidad moral e incluso intelectual lo que hace es generar un espacio en que se empiezan a incorporar otras perspectivas y si eso es bien recibido genera un movimiento de fecundidad. Yo creo que el hecho de que la Iglesia se esté planteando problemas, que se esté dudando de lo que estaba súper consolidado produce un movimiento de crecimiento. En ese sentido es positivo, la duda sobre nuestras instituciones está poniendo en relevancia que hay necesidades fundamentales de justicia, de crecer con dignidad, temas en que la Iglesia está haciendo agua a veces. Esa duda hace emerger cosas que son fundamentales.

– ¿Qué le dirías a un joven que se ve abrumado por las dudas en la búsqueda de su vocación?

Le diría que busque espacios donde pueda expresarlas con sinceridad y sobre todo soltar ese miedo que tenemos dentro. Uno quiere controlar todo y cuando aparecen dudas lo primero que uno siente es miedo porque quieres tener todo seguro. Soltar ese miedo y confiar en la duda nos invita a confiar en espacios de transparencia, de silencio, espacios de verdadera relación con otros que permitan que lo que aparece en esa duda pueda ser expresado. Hay que animarse a expresar esos miedos y buscar a las personas que uno sabe que pueden ayudarte con las preguntas que te surgen, que no van a juzgarte ni condenarte. Uno intuye donde puede manifestar sus dudas.