Juan Echaurren NSJ: «Dios se va asomando de diferentes formas en nuestro interior, pero también reconociéndolo en el otro»

Juan Echaurren nsj ingresó en marzo del 2021 al Noviciado, la primer etapa de formación en la Compañía de Jesús. Desde luego, el aterrizaje fue abrupto y le costó adaptarse a su nueva rutina. Pero con el tiempo fue integrando aquellos elementos que en un comienzo le parecían ajenos. La oración diaria, que en un comienzo era sinónimo de aburrimiento, hoy es sinónimo de gracia.
En esta entrevista, Juan cuenta cómo ha crecido durante este año y medio, reconoce los temores iniciales y agradece las experiencias que ha vivido como novicio, ya que le han permitido entablar una relación de intimidad con Dios.

¿Cómo fueron los primeros días en el Noviciado? ¿Qué fue lo más complejo del cambio de rutina?

Es un aterrizaje, literalmente en este caso porque fue llegar a Montevideo a una casa con compañeros desconocidos y pensar “bueno, toca vivir esta realidad”. Toca ir entendiendo los horarios y ritmos de la ida religiosa en sí, empezar a tener una disciplina religiosa. Entonces las primeras semanas la pasé pésimo (risas). Teníamos que juntarnos a las 7 de la mañana a encomendar el día juntos y luego una hora y cuarto de oración. Entonces al comienzo estaba en la pieza haciendo como que rezaba, viendo la hora, aburridísimo y diciendo “bueno, vamos para adelante”.

¿Cómo eso que al comienzo parecía tortuoso fue cambiando su expresión?

Uno va descubriendo la gracia en lo que se va dando, en lo propio del Noviciado y con la libertad de ir contrastando con el formador, con el maestro y con los compañeros en cuanto a la vivencia. El tiempo te va permitiendo ir entendiendo cuál es la motivación que hay detrás de todo esto y cómo yo integro la oración, cómo la hago parte de mi rutina. Y hoy día la oración se convierte en una cuestión fundamental que ya no es de estar viendo la hora para que se acabe el tiempo rápido, sino de un tiempo de meditación, contemplación, para ir entendiéndome en el día a día, hacerme consciente de lo que se me va dando. Me permite encontrar a Jesús en el día a día y es impresionante porque de verdad se va mostrando como un camino bien lúcido en las cosas que voy viviendo, todo acompañado del examen en la noche. Se va armando la vida y eso que al comienzo era abrumador, novedoso y aburrido, hoy día se transforma en lo que me va sosteniendo.

¿Recuerdas el momento en que dejaste de ver la hora?

No te podría decir el momento exacto, pero en los Ejercicios Espirituales de julio del 2021 que duraron un mes integré la oración como modo de vida de manera muy natural. La sensación de poder estar un mes completo solo rezando, conociéndome, conociendo a Jesús y la voluntad de Dios, conociendo mi propio deseo y también el deseo que Dios va poniendo en mí. Y todo eso sin ver la hora. Siempre en comunicación íntima con lo que se me va regalando. Entonces entiendes la oración no como una obligación que te impone el Noviciado para ir cumpliendo una hora diaria, sino como un espacio necesario del día para dejarse acompañar por el Señor. Y en eso va fluyendo la vida religiosa, espiritual y también va fluyendo lo cotidiano.

En los momentos más difíciles, ¿sentiste que tu vocación se veía comprometida?

El noviciado ha sido de mucha novedad y por tanto no me ha hecho dudar de la vocación en sí. Mi proceso de discernimiento previo fue relativamente rápido y de novedad constante en el cual Dios me permitió ir entendiendo lo que significa la vida religiosa, pero sobre todo la vida en oración. Y el Noviciado fue seguir con ese proceso de búsqueda y profundización. Entonces esto que al principio era aburrido lo voy redescubriendo como ese hilo conductor que me permite tejer lo que Dios me va regalando para conocerme a mí, a Jesús y también para desplegarlo hacia el otro. Lo que en un minuto parecía ser muy atemorizante e intenso, solamente fue gracia para poder seguir profundizando lo que venía viviendo.

Mencionaste los Ejercicios Espirituales de un mes como un punto de quiebre. ¿En qué lugar ubicas dentro de la vida religiosa los Ejercicios Espirituales?

Son el centro para poder reconocer la película más larga situado en el presente. Así como la oración diaria te permite entender cómo Dios va actuando en lo cotidiano, los Ejercicios me permitieron revisar mi historia casi completa para reconocer como Dios fue tejiendo eso que yo no lograba ver y al mismo tener certezas en un futuro que se va centrando cada vez más en lo que Dios me muestra. La experiencia que tuve el 2020 con los Ejercicios en la vida diaria fueron de mucha lucidez para ir reconociendo a este Dios misericordioso que ha estado actuando a lo largo de toda mi vida y que me invita a seguirlo desde la vida religiosa, a entablar esta intimidad que se va consolidando en la oración.

Nosotros siempre remarcamos que el discernimiento es un proceso permanente, no se termina cuando uno toma una decisión como ingresar a la Compañía, ¿han cambiado los pilares de discernimiento antes y después de entrar al Noviciado? 

Mi discernimiento previo estuvo tensionado por comparar lo que tenía en la vida de ese entones y lo que podía tener en una vida religiosa que no conocía mucho Y fue intenso porque implicaba mucho de apuesta. Me preguntaba… ¿Qué es lo que me está pidiendo Dios? Chuta… ¡No tengo idea! ¿Desde dónde me lo está pidiendo? Uff…menos. Estaba recién conociendo lo que significa este Dios que ha estado presente toda mi vida y en consecuencia mis elementos de discernimiento eran más prácticos. Y ahí, nuevamente, los Ejercicios Espirituales te ayudan a reconocer cuál es la voluntad de Dios. Ya dentro del Noviciado, en el mes de Ejercicios fui encontrando esa sinergia en cómo el servicio hacia el otro lo realizo desde acá, desde este modo de vida. Al estar Dios en el centro me permito una mayor entrega en cuanto a contribuir en lo que el otro va viviendo. Y voy encontrando en la vida religiosa ese espacio total de entrega con mucha mayor libertad. En la sencillez de escuchar al otro y estar presente en lo que Dios quiere hacer sin mayores expectativas.

Tú hablabas de una «apuesta» en el discernimiento previo. Después de un año y medio en el Noviciado, ¿sigues sintiendo que estás apostando?

Lo primero es que tengo que sincerar que yo nunca viví lo que significa ser un católico comprometido en la vida laica. La transición de reconocer a Dios con esa intensidad, con un enamoramiento radical de querer seguirlo con todo lo que eso implica fue brutal. Entonces al no tener esa vivencia previa sentía que había mucho de apuesta. El seguir un llamado que implica todo lo que tengo y todo lo que soy está acompañado de incertidumbre. Pero ahí entra el confiar en que Dios me va mostrando el camino. Y esas certezas que se presentan en el camino, con mis compañeros del Noviciado y también mis compañeros jesuitas en Chile hacen que la apuesta se vaya asegurando. El Noviciado me ha entregado muchos elementos para recorrer este camino con libertad, entendiendo que si este no es el camino no hay problema, hasta luego. Pero al mismo tiempo te da los elementos para reconocer qué implica vivir de este modo. Y todas las experiencias que realizamos apuntan en esa dirección porque te entregan una película más clara de en qué consiste la vida del jesuita y reconoces elementos que van llenando el corazón.

Sabemos que cada experiencia es distinta, pero… ¿qué le dirías a un joven que está viviendo procesos de discernimiento para entrar a la Compañía? ¿Qué conejos le darías sobre el Noviciado?

Lo primero que le diría es: «deja a Dios ser Dios en ti». Le diría que nos cagamos de susto. Porque claro, es muy brutal abrirse a la posibilidad de la vocación religiosa. A mí me llenó de temor porque es cuestionarse si estás disponible para soltar todo lo que vienes viviendo. ¿Estaré disponible para soltar lo que significa un pololeo? Chuta, no tengo idea. Pero bueno, ahí la Compañía, con extrema libertad te dice «vívelo». Vive el pre-noviciado, el Noviciado, vive la posibilidad de responder al llamado con todos elementos que te va otorgando la Compañía. Y Dios se va asomando de diferentes formas en nuestro interior, pero también reconociéndolo en el otro. Y eso evidencia el llamado como algo verdadero y vivo. Una libertad que claro, te lleva a una felicidad, pero a una felicidad que para mí no es eufórica. No es andar muerto de la risa por la vida, pero sí es una felicidad interior de un corazón caliente que va palpitando intensamente en el encuentro con el otro.

Hablemos de los votos, ¿Cómo los has vivido en esta primera etapa?

Yo creo que los votos hay que verlos los tres en su conjunto y ahí yo me entiendo como religioso y como un discípulo que quiere segur a Jesús de manera radical. Claramente es muy difícil, hablamos de pobreza, castidad y obediencia… ¿entonces qué te queda? (risas) Te queda la libertad y disponibilidad para poder servir al otro con todo lo que eres. Los percibo como una puerta para desplegarme totalmente e ir más liviano por el camino para compartir lo que Dios me presenta en la oración. La pobreza, entendida desde lo material y lo espiritual, me ha hecho sentir ínfimo, diminuto. Pero esa pequeñez me da la posibilidad de reconocer la gracia de Dios en todo. La cantidad no merece mucha explicación (risas), pero sí se va generando una intimidad con Dios que plenifica porque la relación con Él se vuelve real, tangible y concreta. Y ese sentimiento me completa, me desborda más bien, en el sentido de decir “bueno, Señor, esto te lo entrego. No sé vivirlo, pero acompáñame”. Con el de obediencia he aprendido que las posibilidades que nos ofrece la vida son infinitas, porque ir viviendo la vida religiosa en la confianza de un superior o de otro te da la posibilidad de realizar la voluntad de Dios. Eso implica confianza en que el otro quiere lo mejor para ti y está haciendo el discernimiento para seguir el camino que quiere Dios.

¿Cómo le contaste a tus papás que entrarías a la Compañía?

El 2020, en plena pandemia, yo iba poco a la casa de mis papás porque viven cerca de mis abuelos y no quería contagiarlos. Yo estaba muy expuesto por mi trabajo en la Universidad Católica, en el área de vinculación con las comunidades. Ese año yo partí mi proceso de discernimiento sin contar ni decir mucho. Y en eso mi abuela me regaló una impresora y la dejó en la casa de mis papás. Entonces llamé a mi vieja para decirle que la iría a buscar. Fui un día tipo 12:30-13:00. Mi mamá feliz porque no iba hace tiempo. Se acercaba la hora de almuerzo así que le pregunté si podía almorzar ahí. “Por supuesto”, me dijo ella, y en la mitad del almuerzo me preguntó cómo iban las cosas en el departamento que yo compartía con unos amigos. “Lo vamos a desarmar”, le contesté. Mi mamá se preocupó y me preguntó qué había pasado. Y yo le respondo “uno va a ser papá, otro se va a vivir con otros amigos y yo voy a entrar a la Compañía”. Su primera reacción fue “nooooo”, pero después pura buena onda. No se lo esperaban para nada y la verdad es que para mí también fue muy sorprendente, porque nunca en mi vida me esperé la posibilidad de ser religioso. Y mis papás menos, entonces ese anuncio los desencajó. Pero me acompañan, son católicos y vamos haciendo camino. Así como yo vivo mi proceso, ellos también.