«Movidos por el sentir junto a otros», por Diego Salinas sj

¿Qué rol debemos jugar los católicos en los grandes procesos políticos y sociales que vive Chile? ¿Qué podemos aportar?

 Solo le pido a Dios
que el futuro no me sea indiferente (…)
Que la reseca muerte no me encuentre
vacío y solo sin haber hecho lo suficiente.

León Gieco

Diego Salinas SJ

Ciertamente, nos encontramos en tiempos de cambios y movilidades, tanto fuera como dentro de nosotros. Lo que vemos y vamos sintiendo a raíz de esta realidad no nos deja indiferentes y en más de algún modo nos afecta directa o indirectamente a todas y todos. Ante estos procesos que vive nuestro país, resulta oportuno y necesario detenerse a mirar en profundidad e intentar responder una interrogante que, como católicos, es menester afrontar también desde nuestra fe. Surgen entonces las preguntas: ¿Cuál podría ser el rol que desempeñemos en este proceso? y ¿qué podríamos aportar a este mismo?

Con estas preguntas en el horizonte, creo que el primer paso -sencillo y complejo a la vez- es el acto de mirar. Repito: detenerse y mirar. Cuando somos capaces de detenernos en el camino, mirar y contemplar lo que sucede a nuestro alrededor, es cuando realmente podemos llegar a sentir con el otro. Vemos realidades que en muchas oportunidades pensamos que nos son ajenas, sin embargo, están ahí presentes golpeando la puerta de nuestros sentidos y a las cuales, muchas veces damos vuelta la mirada. El involucrarnos en la realidad de nuestro prójimo, es involucrarnos en la realidad de nuestro país. Desde ahí será nuestro aporte, pues, para aportar, primero debemos conocer, y para conocer realmente algo, es necesario salir de nosotros mismos e implicarnos.

Esta mirada nunca debe ser estática ni mucho menos inerte, debe movernos y debe ser capaz de dar un nuevo aire. Y nuestro rol justamente es transmitir este nuevo aire, que se traduce en la esperanza y el deseo de una sociedad justa y digna desde el trabajo en conjunto y principalmente desde el ser y hacer comunidad.

A esta mirada crítica y constructiva, se nos suma la hermosa y tan necesaria actitud de discernimiento. Con ella, seremos capaces de elegir, y nuestras elecciones serán fruto de un proceso social y personal profundo y cargado de sentido, que, desde el evangelio, se fundará en la realidad que hemos observado y percibido.

 Nuestro rol, sin lugar a dudas, es involucrarnos, afectarnos, actuar. Verbos que nos llaman al movimiento para sentir el grito de una sociedad que se manifiesta, que busca y que se abre camino en medio de la injusticia, el dolor y la desesperanza. ¡Escuchemos! No hagamos oídos sordos. Así, nuestro aporte será movido desde lo profundo y no desde lo superficial.

Debemos procurar que nuestro aporte sea siempre evangélico, pidiendo la gracia de ver con los ojos de Jesús, para lo cual es necesario tener en nuestro corazón su modo de actuar y proceder, modo en el cual no temió involucrarse en lo que vivía su pueblo. Atento a las necesidades, alegrías y sufrimientos de otros, y haciéndose partícipe de la vida de quienes le rodeaban. Con ello, desde una pequeña aldea llamada Nazaret, sale a devolver la esperanza con un mensaje de amor y misericordia que no deja de cuestionar y denunciar posturas que vayan en desmedro de nuestra humanidad.

Todos podemos aportar un granito de arena desde nuestras propias capacidades puestas a disposición del otro. Luego de contemplar y discernir, cada uno y cada una podrá saber con mayor claridad cuáles son sus cinco panes y sus dos peces en esta labor conjunta, puesto que es necesario disponernos a trabajar juntos en la construcción de una nueva sociedad. Que los sueños que alguna vez sonaron a utopía, sean hoy caminos para hacer de nuestro país un lugar mejor. De este modo, nuestro compromiso social y humano será un valioso aporte en la búsqueda de la justicia desde el coraje que importa el ser cristianos en medio del mundo de hoy.

Diego Salinas Sj