Naty Chamorro RSCJ: «Las mujeres hemos dejado de ser observadoras dentro de la Iglesia»
Nos contactamos con Naty Chamorro, religiosa del Sagrado Corazón, para que nos cuente un poco su experiencia y su visión de ser mujer dentro de la Iglesia Católica, en el marco del 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer.
Así, Naty nos comenta sus apreciaciones sobre la congregación en la que participa, el rol de la mujer dentro de la Iglesia y cómo se puede experimentar la Espiritualidad Ignaciana fuera de la Compañía de Jesús.
Por Joaquín Astaburuaga
¿Qué opinas del rol de la mujer en la Iglesia Católica actualmente? ¿Te has sentido relegada de alguna manera?
Me parece que está siendo significativo, como el despertar que ha tenido la mujer dentro de la Iglesia en el sentido de concientizarse, de su misión, de que también las mujeres somos profetas y sacerdotes como nos invitan en el bautismo o como se diría en las primeras comunidades cristianas. Hemos dejado un poquito de ser simplemente observadoras de la misa o las encargadas parroquiales. Sí, como que me gusta esto del despertar, la mujer tiene una voz que decir porque se manifiesta como mujer. Debo decir que no me he sentido relegada en comparación a otras religiosas porque en mi vida y en mi parroquia yo crecí cristianamente como una mujer, ahí una religiosa era párroca y en la CVX siempre me sentí muy invitada a ser protagonista, y como religiosa me he dado los espacios. Yo siento que el rol uno se lo va haciendo, se va ganando los espacios, no me he sentido relegada yo, pero claramente la mujer sí ha tenido un espacio secundario o terciario.
La Compañía de Jesús está compuesta sólo por hombres, ¿Qué opinas de esto?
La Compañía nació como congregación masculina y está bien que esté constituida por hombres, lo que viven y sus constituciones, entonces no tengo drama con eso. He escuchado que hay congregaciones que quieren ser ignacianas y llevar sus constituciones, pero está bien, porque hombres y mujeres tenemos nuestros dones que entregar y no me complica que esté constituida con hombres. Lo que es bonito es que la Espiritualidad Ignaciana es para hombres y mujeres, eso es un regalo para la iglesia. Sería más crítica si la Espiritualidad Ignaciana fuera solo para hombres.
¿Quiénes son las religiosas del Sagrado Corazón? ¿A qué se dedican? ¿Cómo practican la espiritualidad ignaciana?
Somos una congregación internacional que estamos en 41 países, somos 1600 religiosas en todo el mundo y con el carisma de anunciar, de manifestar y descubrir el amor del Corazón de Jesús, eso es lo primordial. Y lo expresamos a través de servicio de la educación, en el sentido amplio, no solamente colegio, sino el modo de ser educador, estamos en parroquias, fundaciones, trabajamos en universidades, estamos en distintas misiones alrededor del mundo, tenemos presencia en la ONU, pensando siempre en poder ayudar al hombre y a la mujer a que se encuentre consigo misma, que en ese encuentro pueda contribuir a la sociedad y que se encuentre con Dios, con la trascendencia, siempre con el sentido educador. Trabajamos mucho con el modelo de educación popular de Pablo Freire, es un modelo que nos anima mucho y los últimos años hemos estado fuertemente invitadas a vivir desde la Jotapic, Justicia Paz integridad de la integración, como un modo de hacer. Para nosotras son fundamentales los Ejercicios Espirituales, tenemos anuales de 8 días, vivimos el discernimiento personal, el discernimiento comunitario y ahí es donde tratamos de ser fieles a Jesús, al Evangelio, a través de lo que Ignacio regaló para la Iglesia a través de los Ejercicios y el discernimiento, que eso es fundamental.
¿Qué tan importante ha sido la espiritualidad ignaciana en el despliegue de tu vida religiosa?
Para mí la Espiritualidad Ignaciana ha sido importante en mi vida religiosa, porque fui cevequiana en la rama joven en Antofagasta y ahí me encontré con la imagen de hijo de la trinidad, pude encontrar a este Jesús que se compadece y que mira con cariño la humanidad, que se hace uno, que se encarna, que mira las necesidades de las personas y eso para mí fue fundamental. La vida cevequiana también me ayudó mucho a conocer a otros, a abrirme a otras realidades, de conocer y palpar a los más vulnerables, eso fue clave para mi vida religiosa, y hoy día siento esp también a través de los Ejercicios, y esa base me ayuda y me conecta con mi vocación.
¿Crees que es una espiritualidad que las mujeres pueden experimentar plenamente como religiosas?
Creo que sí, sintiendo y reconociendo que las expresiones de que los hombres y mujeres experimentamos nuestra fe de maneras distintas. Entonces si pensamos que las religiosas vamos a ser lo mismo que las jesuitas te diría que no porque tenemos sensibilidades distintas. Pero sí la espiritualidad es un regalo que claramente las mujeres la podemos vivir, porque el discernimiento, buscar la voluntad de Dios, el poder sensibilizarnos y ser voz en torno a lo que pasa en la realidad se puede hacer. Ahora, siempre recuerdo de un jesuita que dijo que la Espiritualidad Ignaciana era difícil de vivirla, porque era exigente. Exigía mucha consecuencia entre lo que vamos descubriendo de Dios y nuestras opciones. Entonces siento que ahí está el desafío para las mujeres, esto de atreverse a ser consecuentes con lo que sentimos que Dios nos va diciendo en el corazón. Y nuestros proyectos de vida, cómo conciliar esas dos cosas. Es exigente, pero las mujeres la podemos vivir.
¿Qué tensiones crees que persisten entre la Iglesia y el espacio que ocupa la mujer en ella?
Creo que hay una Iglesia jerárquica muy conservadora que quiere seguir haciendo las cosas como se han hecho siempre y no se abren a lo nuevo. No renuevan el Evangelio cuando el Espíritu Santo siempre está animando a cosas nuevas. Entonces, en esto, claro, hay una clara tensión entre que las mujeres sí queremos más espacios para anunciar, para trabajar, para también consagrarse y vivir el sacerdocio, entonces esa tensión va a existir. Creo que no va a parar esa tensión hasta que no haya una apertura real, un diálogo y la Iglesia jerárquica piense de manera distinta. Está el dogma, se tienen que respetar ciertas cosas, pero también hay cosas que se pueden hacer distintas. Si volvemos la mirada a las primeras comunidades, en las primeras comunidades las mujeres eran sacerdotizas, eran profetas, y tenemos que apuntar para allá, en el sentido de que los hombres y las mujeres podamos ser responsables de nuestra fe, podamos ser anunciadoras de la misma forma. No es que unos tengan que hacer más o menos, sino que en igualdad.
¿Te sientes parte del movimiento feminista? En tu calidad de religiosa, ¿cómo sientes que puedes aportar al feminismo?
Me considero parte del movimiento feminista entendiéndolo como este movimiento que busca la igualdad entre hombres y mujeres, igualdad de oportunidades, de derechos, de respeto, de dignidad. Siento que, como en todo, hay muchos estilos de feministas, unas más extremas que otras, pero considero que también es importante ver cómo integramos a los hombres en esto. Los hombres tienen que tener su transformación, apertura a cómo se relacionan con las mujeres, a cómo se comunican, pero también a cómo vamos trabajando juntos para ir empoderándonos y trabajando juntos. Entonces es importante el rol de los hombres en el movimiento. En calidad de religiosa siento que aporto en el trabajo, en el acompañamiento que hago a mujeres de diferentes edades para que crean en ellas, acompañando procesos, creo que eso es lo fundamental. Siento que he tenido la fortuna de vivir un entorno familiar en que éramos más mujeres que hombres, donde estaba potenciado el matriarcado, y en la congregación también nos empoderamos bastante, entonces sería egoísta no compartir esa experiencia con otras. Lo importante es motivar a otras mujeres a que se atrevan a hacer ciertos trabajos, ciertas misiones, que se atrevan a anunciar, así es cómo nos empoderamos y apañamos entre todas.