Paula Torres (ACI): «La crisis nos regala una posibilidad de ahondar en nuestra fe, de poner cimientos»

Tras un cierre de semestre muy intenso en el colegio en que trabaja en Cerro Navia, Paula Torres, religiosa de las Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús. goza finalmente de unos días de vacaciones. En medio de ese descanso, nos regaló una mañana para poder conversar sobre la crisis que vive la Iglesia chilena desde su vereda como religiosa.

Clara y directa, Paula manifestó sus críticas a la jerarquía de la Iglesia, la que, según su mirada, todavía no toma conciencia de la crisis que vive. Abordó el tema de la participación femenina y los “miedos” que existen para que ésta aumente.

Además, conversamos sobre cómo impacta esta crisis en la fe y la vocación religiosa, sobre los caminos de reparación y sobre las nuevas preguntas que urge empezar a contestar para salir de esta situación.

¿En qué fase crees que está la crisis? ¿Crees que llegó a su punto más crítico?

Yo creo que todavía estamos ahondando, todavía no hemos llegado a ese punto porque no nos hemos hecho preguntas removedoras de ciertas estructuras, sobre todo estoy pensando a nivel jerárquico. Yo creo que todavía, a nivel de jerarquía, no hemos llegado a las preguntas fundamentales. O asumir lo que esta crisis supone. A nivel de pueblo de Dios, de parroquias y laicos, recién se está despertando una mayor conciencia de la necesidad del cambio. El tema de los abusos está sacando a la luz preguntas que vienen desde antes también sobre maneras de relacionarnos, maneras de construir Iglesia que ya no dan para más.

¿Cuáles son esas preguntas removedoras que hay que hacerse? 

Tienen que ver con cómo se vive el poder, incluso como cargo. Qué implica, por ejemplo, ser obispo de una diócesis. Desde lo estético hasta lo profundo. Cómo se relacionan con el pueblo, si son pastores con olor a oveja o son pastores con olor a perfume. Hoy llega un obispo a una parroquia y es como que llegara no sé quién. Es distinto cuando llega un pastor que vive a nivel más horizontal, que no se espanta porque el otro lo llama por su nombre. Ahí hay preguntas más hondas que tienen que ver con cómo vivimos el servicio, el ser obispo. Cómo queremos organizar la Iglesia, como vamos a dar participación a la mujer, cómo vamos a pensar una Iglesia más horizontal desde la celebración de la Eucaristía. Hay que preguntarse si los cargos de verdad reflejan el evangelio.

¿La situación actual de la Iglesia cambia el sentido de la vocación religiosa?

La crisis nos ha movido el piso a todos. Porque el abuso no es solamente sexual, parte con una manera en que vivimos el poder. Y aunque muchos podemos decir “yo no soy abusador o abusadora”, la pregunta de cómo hemos vivido el poder nos la tenemos que hacer todos. ¿Dónde nos vamos a situar? Yo, como religiosa, ¿voy a ayudar para formar a los laicos para que se empoderen más? ¿Voy a acompañar o voy a coordinar? Son preguntas vocacionales de fondo en relación a la misión. Todavía existe ese pensamiento tan antiguo de que los religiosos están más cerca de Dios solo por ser religiosos. ¡Eso de dónde! Eso no es así, hay muchos laicos, matrimonios que están más cerca. Tenemos que volver al carisma, a los orígenes, a las intuiciones más profundas de los fundadores y fundadoras.

Y tu fe, ¿se ha trastocado? ¿Cómo te influye todo lo que ocurre?

Cuando yo entré, estuve muy animada y acompañada por religiosos y religiosas… al ir pasando los años, por distintos motivos, dejaron la vida religiosa, fue bien duro para mi… desde ahí y desde esta crisis he tenido que ahondar más en la fe, ver en qué se sustenta mi vocación, que finalmente es Dios. Entonces la crisis nos regala una posibilidad de ahondar en nuestra fe, de poner cimientos.

Como mujer, ¿crees que se abre una oportunidad para que las mujeres ocupen un espacio nuevo dentro de la Iglesia?

Los cambios se dan desde las bases y en las bases hay mucho movimiento. De mujeres que hacemos liturgias, que compartimos la palabra, que guiamos comunidades de base. En cuántos lugares los párrocos no alcanzan a llegar y son mujeres religiosas y laicas las que lo van llevando. Se van gestando cambios, siento que hay espacios que sí están ganados y en que las mujeres las estamos llevando, pero, a nivel jerárquico, ¿quiénes son los que tienen que decidir sobre ese espacio? Hoy día son los hombres. Entonces yo no sé a qué se le tiene miedo, si nos tienen miedo a las mujeres o a qué. ¿Temen perder el poder? ¿Cuál es el miedo? Si tuviera como vocación el sacerdocio femenino no usaría alba y estola porque en el fondo sería asumir el mismo molde. Si las mujeres podemos entrar y pensar en el tema sacramental, yo creo que lo haríamos de otra manera. Yo no entiendo por qué solo es el sacerdote el que lee el evangelio o el que tiene que hacer la homilía. Oye, si el espíritu sopla en todos los fieles.

¿Cómo se repara el daño causado? ¿Cómo se recupera la confianza?

Por un lado, está el tema de reconocer a las víctimas, reconocer que hemos hecho daño, que hombres y mujeres que pertenecen a nuestra Iglesia han hecho daño. De repente perdemos de vista a la víctima, la sacamos del centro, por cuidarnos institucionalmente. Y también ocurre que hay veces en que crees que lo estás haciendo muy bien con la víctima, pero en realidad la estás embarrando más. Entonces hay que ser muy humildes y lúcidos para pedir ayuda a las personas que de verdad conocen el tema. La reparación da para largo, no es algo que tú arregles con dinero o con buena voluntad. Hay que acompañarlas largamente, incluso en su rabia, porque son personas quebradas. Quebramos vidas humanas y eso es muy fuerte.

¿Qué le puedes decir a un cabro o a una cabra que sienten una vocación religiosa, pero que prende la tele y ve una institución tan cuestionada? 

Le diría que la vida religiosa es una oportunidad de dar la vida de verdad. En el colegio en que trabajo, cuando nos hemos metido en temas delicados como las drogas, nos han llegado amenazas. Yo digo, bueno, que me amenacen a mí. Yo no tengo hijos ni nadie que dependa de mí, mientras las profes tienen una familia. No es que ande de mártir por la vida, pero tienes la oportunidad de estar en las fronteras, de ponerte en la primera línea, porque no tienes nada que perder. Por eso los votos nos liberan para la misión, para el Reino. Es algo muy potente. Además, le diría que la vida religiosa se está metiendo en temas muy heavys en Latinoamérica. Y eso es un camino de esperanza. Hay que buscar las buenas noticias, y las buenas noticias están al lado de los más pobres.