«Peregrinos», por Cristián González

Testimonio vocacional a raíz del retiro de peregrinación por el Valle Río Hurtado, entre Andacollo y La Serena.

Durante la mañana del miércoles 26 de diciembre, llegamos a Andacollo cinco jóvenes provenientes de Puerto Montt, Santiago y Antofagasta. También nos acompañó el Padre Cristóbal Fones. Nos reunimos dos días en torno a la festividad de la Virgen del Rosario de Andacollo, oportunidad en la cual fue posible compartir la fe del pueblo sencillo y humilde que se congregó para agradecer a la Chinita por los favores concedidos.

Realizamos diferentes trabajos que nos encomendó la comunidad: guardias de la Virgen, prestar ayuda a los peregrinos del santuario y cargar, con mucho esfuerzo la amplificación utilizada en la procesión que se realizó en la ciudad. Las labores realizadas fueron de gran ayuda para entrar en diálogo con los peregrinos, conocer un poco de sus historias, sus alegrías y penas que dejaban a los pies de la Chinita.

Una vez terminada la celebración de la Virgen de Andacollo, emprendimos un viaje hacia el pueblo de Corral Quemado. En esta ocasión nos acompañó don Gustavo quien se encuentra en la escuela de formación del diaconado, con él compartimos un sencillo pero cálido almuerzo, marcado por la sinceridad y la apertura del corazón. Tuvimos la posibilidad de reflexionar en torno al Evangelio de la tempestad calmada (Mt. 8, 23 – 27).

Luego del almuerzo, comenzamos nuestra caminata (10 kilómetros) hacia el pueblo de Samo Alto. La pregunta que nos acompañó durante el camino fue: ¿Cuáles son los miedos que me paralizan? Oportunidad en la que fue posible conversar con uno de nuestros compañeros de camino. Fue esperanzador y gratificante saber que estábamos en la misma sintonía, con los mismos miedos, dudas e inquietudes, pero con la certeza de que el caminar en compañía hace el camino más ligero.

 Llegando a Samo Alto, nos recibió una hermosa comunidad con los brazos abiertos, celebramos con ellos una misa y una oración cantada. También tuvimos el tiempo de compartir con los niños del sector una conversación y un partido de fútbol. Al día siguiente salimos muy temprano por la mañana, a eso de las 06:30 y emprendimos rumbo hacia Río Hurtado.

El camino no estuvo exento de dificultades, ya sentíamos el cansancio de los días previos, y el sol se posaba fuerte sobre nuestras cabezas. El carácter y hasta la molestia (mía) por el cansancio comenzaba a relucir. Sin embargo, siempre supe que podía confiar en mis compañeros y ellos lo hicieron ver de esa forma, en su constante preocupación y en la espera a pesar de que caminábamos más lentos.

 Jesús también salió a mi encuentro en cada uno de ellos, en los gestos y las miradas sinceras pero cargadas de emotividad y cercanía. Fue una experiencia potente que me ayudo a reafirmar y clarificar algunas intenciones que llevaba en mi mochila.

Cristian González – Estudiante de Pedagogía en Religión en la PUC.